La niña mal adoptada
Todos coincidimos en el caso de la niña devuelta a sus adoptantes en contra de su voluntad: es una maldad. Las maldades legales son las peores, porque ni siquiera quienes las perpetran pueden evitarlas porque la ley está por encima de sus servidores. Todo lo que ordena las adopciones procede de leyes hechas con la mejor voluntad pero con mal resultado, desde cómo los niños se retiran a las familias de supuesta mala vida hasta los años que pasan en instituciones en espera de unos adoptantes perfectos.Crecen institucionalizándose, van a colegios imposibles de donde desaparecen compañeros adoptados y aparecen otros recogidos sin ningún nivel de aprendizaje. Se les crea una esperanza de adopción que es una felicidad imaginaria: pasan fines de semana con parejas a las que llaman "papá" y "mamá", pero que les devuelven el lunes; temen por su color de piel, o por algún defecto físico; por ser separados de sus hermanos. Asistentes sociales y psicólogos buscan padres maravillosos, y otorgan "certificados de idoneidad" según sus edades, sus ingresos, su barrio, su piso. El deseo de tener hijos puede ser un fenomenal equívoco, que va desde un instinto de mujer incompleta hasta el deseo de su pareja de complacerla en contra de sí mismo, y desde la idealización del bebé hasta la imaginación dinástica del heredero. No saben que adoptan lo que puede ser un adolescente difícil, hasta un hombre o una mujer competitivos: como en las familias biológicas.
No pueden saber los psicólogos de juzgado ni los jueces. Toda esta prefiguración del destino es absurda. Y entre este absurdo, la ignorancia de la voluntad del menor, que debe ser oído pero no tiene por qué ser complacido, es enorme. No es así ya nuestra sociedad: una persona de doce años, sabe lo que quiere. Puede que se equivoque. Pero hay más posibilidades de que se equivoquen los otros. Hay un serio deseo de facilitar la vida al menor más allá de su voluntad: lo hacen los padres biológicos, que tienen todos los datos para ayudar a sus hijos, pero que pueden hundirlos.
Todo lo que gira en torno a la adopción es un equívoco donde la voluntad ajena de felicidad, la sensación de autoridad, unas ideas que no corresponden a este tiempo y unos remanentes de leyes obvian los deseos de las personas. Que pueden ser equivocados: pero son suyos. Y nadie puede estar seguro de que el ajeno no se equivoque.
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