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De erial a huerta de Europa

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Al principio se llamó Parkesine, en honor del químico británico Alexander Parkers, que en 1862 obtuvo el primer plástico desarrollado; luego, xilonite. Y sus aplicaciones se fueron multiplicando: electrónica, industria textil, medicina... El invento de Parkers produjo muchos años después una revolución económica de la comarca de El Poniente almeriense. En apenas un cuarto de siglo, el plástico ha transformado un erial en la huerta de Europa.La economía de El Ejido -ahora en el corazón del mar de plástico- se basó durante siglos en el comercio de la célebre uva de Ohanes. Unas cuantas viviendas y cuatro ventas servían de lugar de descanso para los tiros de animales que transportaban la uva para ser embarcada desde el puerto de Almería hacia los puntos más remotos: Estados Unidos, India o alguno de Europa.

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A finales del siglo XIX se produjo otro descubrimiento, anónimo, tan relevante como las investigaciones de Parkers. Un agricultor, de modo casual, se dio cuenta de que la arena de playa facilitaba el crecimiento de las plantas de tomates. Así surgió la técnica del cultivo de enarenados al aire libre.

Ya en el siglo XX, en la década de los sesenta, se combinan ambos hallazgos para fraguar lo que más tarde se conoció como "el milagro de Almería". En 1961 se construyó el primer invernadero en Roquetas de Mar que aplicaba ya las técnicas de enarenado. Dos colores priman desde entonces en El Poniente: el azul del litoral y el blanco del plástico.

El Ejido -que se segregó del municipio de Dalías el 11 de septiembre de 1982- es un gran pueblo que se ha ido creando de modo anárquico, conforme desembarcaban en la zona agricultores llegados de todos los puntos de la provincia y que establecían sus cortijos alrededor de los invernaderos.

El dinero cosechado bajo los plásticos ha causado un notable incremento de la población residente en el término municipal. Según el Anuario Comercial de España, elaborado por La Caixa, El Ejido es la cuarta localidad española entre las que más han crecido en el último decenio: 41.374 habitantes en 1991 y 50.170 en 1999.

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La increíble fertilidad de la huerta almeriense también ha atraído el interés de los bancos. Con 49 sucursales, es uno de los pueblos con mayor concentración de oficinas bancarias por kilómetro cuadrado.

El milagro económico no sólo se explica por una combinación de técnica y condiciones climatológicas -muchas horas de sol, temperaturas cercanas a los 45 grados bajo los plásticos y un alto grado de humedad-. Es también una cuestión de oportunidad comercial. Los tomates, los pepinos, los pimientos, las berenjenas y las judías que se cultivan tanto en El Poniente con en El Levante almeriense apenas tienen rivales en los mercados europeos durante el invierno. De hecho, los productos de la provincia suponen en enero y febrero el 80% de la exportación española hortofrutícola. Durante estos meses, cada día se distribuye una producción valorada por el sector en más de 1.500 millones de pesetas.

El negocio de los invernaderos es imparable. En un decenio se ha triplicado el valor de su producción -ahora roza los 250.000 millones de pesetas al año- y ha arrastrado al resto de la economía de la provincia. La huerta almeriense genera 33 millones de jornales anuales y alimenta a una industria auxiliar que ya factura cerca de 200.000 millones de pesetas al año.

Almería, que hace medio siglo se encontraba entre las provincias más atrasadas del país, encabeza ahora diversos indicadores regionales. Los últimos datos del Instituto Nacional de Empleo (Inem) sitúan la tasa de paro provincial en el 6,3% de la población activa frente al 10,2% nacional y el 12,9% andaluz. Catorce municipios de la provincia, casi todos dependientes de la agricultura intensiva, se hallan entre los más ricos de la región y el gasto medio anual de los almerienses es un 25% superior a la media andaluza, según la Encuesta Básica de Presupuestos Familiares.

Los ingresos del sector hortofrutícola han permitido a la economía almeriense acercarse a los promedios nacionales, pero las distancias siguen siendo grandes. El Producto Interior Bruto (PIB) provincial por habitante sólo alcanza el 72% de la media española y la renta familiar disponible, por persona, apenas supera los 1,25 millones de pesetas cuando la media española es de 1,4 millones.

En El Ejido, como en Vícar, La Mojonera, Roquetas de Mar o la propia capital, la tasa de paro rara vez supera el 3%.

El motor de esta pujanza económica se encendió tras las inversiones arriesgadas de varios agricultores, que apenas cuentan con ayudas directas de la Unión Europea. Los brazos los han puesto fundamentalmente los miles de inmigrantes -unos 50.000 entre los que tienen papeles y los que no tienen su situación regularizada- que se concentran en la zona desde hace 20 años. Un dato: en el cupo de 1999 se presentaron 8.266 solicitudes. Sólo se concedieron 2.600.

Hasta ahora, los empresarios agrícolas han aumentado cada año su petición de mano de obra extranjera: los jornales -el convenio del campo de la provincia está entre los más bajos, apenas 5.000 pesetas al día- y las duras condiciones de trabajo han alejado a los temporeros de otras provincias cercanas.

Los violentos disturbios de este fin de semana, tras el asesinato de Encarnación López, supuestamente cometido por un marroquí, han modificado el discurso de empresarios y agricultores. El vicepresidente de la Mesa de Comercialización Hortofrutícola de Almería, Juan Colomina, sostiene ahora que la actividad económica sólo puede absorber a 25.000 inmigrantes -una cifra que coincide con los que tienen su situación regularizada- y que "sobran 30.000", en alusión a aquéllos que aún no han conseguido los papeles. El Gobierno calcula que más del 60% de los extranjeros residentes en la provincia son magrebíes.

"Las administraciones han fallado en los últimos años al controlar la emigración", asegura Antonio Oliver, secretario de Organización de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) de Almería.

Oliver, que es también propietario de una explotación agraria, reconoce el papel de los marroquíes en el desarrollo económico de la agricultura intensiva almeriense, pero ahora ya no está dispuesto a contratar marroquíes, una medida, dice, que se están planteando muchos agricultores: "En mi finca ya sólo trabajan jornaleros nacionales y estamos dispuestos a crear una bolsa de trabajo para atraer a más". En su opinión, ofreciendo "casa y buenas condiciones para traer a la familia", no faltarán.

La mayoría de los 5.500 inmigrantes regularizados en El Ejido viven hacinados en cortijos. Y los que no tienen documentos subsisten como pueden en chabolas.

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