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Tribuna
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Benamaurel

Por ahí anda una niña con el ánimo encogido, con el miedo meciéndole sus sueños y con la certeza de que la felicidad, que ha logrado rozar tras 13 años de sobresaltos, no es un argumento legal para que no te dejen vivir en paz. En Benamaurel, más de 3.000 personas se echaron a la calle con la certeza en el alma y con pancartas en las manos reivindicando felicidad para la niña, felicidad para María Ángeles. Ya conocen la historia. Ha turbado las páginas de los periódicos estos días atrás con esa tinta ingrata y desesperada con la que Dickens dibujaba los perfiles de sus personajes más desamparados. A María Ángeles el destino se empeñó en darle un guión amargo, como el de esos personajes de los cuentos de Navidad que te hacen brotar las lágrimas ante su desamparo, y justo cuando parece que su estrella le alumbraba una vida más cálida, un tribunal sevillano se encarga de devolverla a la más tenebrosa oscuridad.Hay veces que el Derecho no tiene derecho. Posiblemente sea este caso, el de María Ángeles, uno de los más paradigmáticos. La sentencia de ese tribunal sevillano ha sido recurrida, por su polémica resolución, por el propio fiscal jefe de la Audiencia hispalense ante el Constitucional, Alfredo Flores, y rechazada por el Defensor del Pueblo y por la Consejería de Asuntos Sociales. Nadie está obligado a creer que el dictamen del tribunal no se atenga a razones legales. Es más, estoy por entender que así ha obrado esa sala, con la diligencia oportuna y con la mano derecha sobre el texto legal. Pero en este caso sobran leyes y falta corazón. Sobran artículos y falta sensibilidad. El relato vital de María Ángeles en tan sólo 13 años de vida no puede ser más duro. Ha pasado por diferentes centros de acogida y, anteriormente, había recalado con no mucha fortuna en un hogar de Bormujos, de donde la Junta la sacó ante la sospecha de que era maltratada por sus padres adoptivos. La chica lleva tres años en Benamaurel despertando de su terrible pesadilla. Adaptada a una familia que la quiere bien y sintiendo, quizá por primera vez en su vida, que la felicidad es un estado de ánimo que puede encontrarse fuera de los cuentos de hadas.

En Benamaurel hay una niña que tiene derecho a ser feliz. Nadie podría entender que la ley se empeñara en lo contrario.

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