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Los peculiares métodos de la Mafia

La Mafia sobrevive, y de forma opulenta, a caballo entre dos culturas: la vieja tradición de los hombres de honor, donde la autoridad del padrino puede sobrevivir a la propia muerte, y la cultura de hoy, abonada a la tecnología punta. En menos de una semana, la policía italiana se las ha tenido que ver con este doble rostro de la delincuencia organizada en Calabria, reino de la 'Ndrangheta, y en Sicilia, territorio de la Cosa Nostra. El primer episodio se remonta al jueves pasado, cuando la policía de Reggio Calabria desbarató el clan Zappia, deteniendo a siete presuntos miembros del mismo, incluidas las dos jefas. Ambas, nietas de Giuseppe Zappia, figura mítica en la historia de la 'Ndrangheta, cuya influencia se ha mantenido intacta en la zona de Taurino, pese a que el viejo capo murió en una emboscada en 1993, a los 81 años. Un inconveniente menor para Concetta y Teresa Zappia, de 38 y 30 años, respectivamente, que tomaron el relevo y trazaron la estrategia delictiva con la colaboración del abuelo desde el más allá, gracias a oportunas sesiones de espiritismo dirigidas por un médium.Al clan Zappia se le sitúa entre los grandes grupos mafiosos calabreses. Durante los sesenta y setenta, Giuseppe había formado parte del llamado tribunal de la 'Ndrangheta, un consejo de administración donde se trazaba la estrategia general de la organización. Pero la posición de la familia quedó muy debilitada cuando, el 5 de agosto de 1993, en una emboscada organizada por una familia rival, los Cianci, cayeron muertos Giuseppe Zappia y su hijo, del mismo nombre y de 54 años. Según la policía, el clan quedó en manos de la viuda del jefe, Gracia Carpentieri, que pasó el testigo tras su muerte a sus dos nietas. Concetta y Teresa, solas en un mundo de hombres, optaron por encomendarse a dos espíritus veteranos, el del abuelo y el del padre, y consultar con ellos la línea operativa del grupo.

Con tan inestimable ayuda familiar, los Zappia siguieron adelante con su particular guerra contra el clan Cianci y la política de extorsiones entre los comerciantes y los agricultores de la zona.

Pero todo tiene un límite. Y en Taurianova estaba a punto de estallar una revuelta popular cuando la policía se decidió a organizar el seguimiento de las actividades de las dos jefas del clan, incluidas interceptaciones telefónicas. Gracias a las escuchas, los carabineros se enteraron de las sesiones espiritistas y de la preparación de los diversos golpes. En la operación, bautizada como San Martino, el nombre del barrio donde reside la familia Zappia, fueron detenidos un hermano de las dos jefas y otros cuatro miembros del clan. Todos ellos, presuntamente implicados en acciones de castigo desarrolladas a principios de 1998. Entre los objetivos del clan figuraban los agricultores de la zona. Los Zappia acostumbraban a cortar árboles frutales o a destruir cosechas para intimidar a sus víctimas y obligarles a contratar guardianes especiales en sus fincas. La situación había llegado a tal extremo que hasta los músicos de la banda debieron pagar una comisión al clan para poder tocar en la fiesta patronal de San Martino.

Los negocios de la Mafia en Catania (Sicilia) se desarrollaban en un plano más ambicioso, con medios técnicos dignos de una compañía moderna de servicios. Al menos a tenor de las instalaciones localizadas ayer por los carabineros y el Ejército en una amplia operación que afectó a 60 villas búnker situadas en la ciudad y en sus alrededores, dotadas con todos los adelantos de la tecnología audiovisual. En muchas de las construcciones, las fuerzas de seguridad encontraron auténticas salas de control desde las que los ocupantes de estos edificios podían supervisar a través de monitores lo que sucedía en el exterior. Gracias a un conmutador cíclico, estaban conectadas con la televisión doméstica y, cuando las circunstancias lo requerían, el mafioso residente en estas dependencias podía, con un simple movimiento del mando a distancia, controlar la imagen del exterior. Protegidas con verjas de hierro y muros de cemento, con puertas y cristales blindados, las villas, de tres o cuatro pisos, servían, según los investigadores, como vivienda y como escondite de armas, dinero en abundancia, mercancías de alto valor o como refugio de latitantes (fugitivos) de la justicia. A salvo gracias a la tecnología, sin necesidad de recurrir al más allá.

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