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Los hombres vacíos

Hay hombres que nunca han visto una ballena blanca y mujeres que nunca han desenterrado un tesoro; hay niñas que jamás van a pisar la Luna y niños que no han oído cantar a las sirenas. Se les ve por las calles y en las oficinas, se les ve entrar y salir de los comercios o los autobuses atrapados en sí mismos, reducidos a sus pequeños límites porque en su vida han abierto un libro, son parte de ese 50% de españoles que no lee nada, que en su vida ha comprado una novela, un ensayo, un volumen de poesía. Son ellos, son las mujeres y los hombres vacíos. Me pregunto cómo se verá el mundo desde esas personas, qué será una isla para alguien que no haya leído a Robert Louis Stevenson; qué será un bosque sin Walter Scott, un molino de viento sin Cervantes, una selva sin Kipling o un río sin Antonio Machado; qué será una ciudad como Madrid para quien no conozca a Galdós o a Pío Baroja. O quizá debería plantearse justo al revés: si no existiese Dickens, tampoco existiría Londres; si no existiera Juan Marsé, no existiría Barcelona.Lo visible es sólo un ejemplo de lo real, escribió el pintor y poeta Paul Klee, y esa frase resume con una exactitud casi milagrosa el poder de la ficción, su capacidad para multiplicar indefinidamente nuestras vidas. Los ojos de un lector son infinitos y su mente es perfecta, capaz de recordar personas inventadas y lugares donde no estuvo pero que también son una parte de su vida. En el otro bando, el de la gente que jamás ha leído ni leerá un libro, todo debe de ser más triste y más oscuro, más estrecho y menos luminoso porque uno también es la suma de todo lo que no hizo y todo lo que no sabe, de todos los sitios adonde no viajó, los cuadros o poemas ignorados, las oportunidades perdidas.

Cerrar los ojos es un modo de estar ciego. Un país sin lectores es un país sin imaginación y, por tanto, sin futuro, aunque parece que eso no tuviera importancia, parece como si los banqueros o los políticos fuesen más importantes que los pintores o los poetas, cuando los primeros son intercambiables y los segundos son únicos: cualquiera hubiese podido ser Carlos IV, pero nadie habría podido ser Goya, excepto él; otros pudieron hacer la labor de Salvador Allende, pero no la de Pablo Neruda.

Los ejemplos son innumerables. La plaga de la incultura es muy poderosa, cae desde las alturas, daña como un veneno y se amplifica a medida que el adversario ataca y los defensores no se defienden. El adversario tiene en su mano las herramientas del futuro: las cadenas de televisión, Internet, las emisoras de radio, los videojuegos... Los defensores podrían contar con todo eso y además con las escuelas, las universidades, el dinero público, los ministerios; pero no sólo no los usan, sino que parecen haber pactado nuestra destrucción con el enemigo. ¿Se hace algo por fomentar la lectura entre los estudiantes? Más bien parece al contrario, es un hecho que las humanidades se van arrinconando cada vez más en los planes de estudio, que la Literatura o el Arte son tratadas como asignaturas de segunda fila, que las lenguas clásicas se esconden en el rincón de las cosas superfluas. Del fondo de ese abandono no pueden surgir nada más que personas superficiales, gente sin filo que tal vez sepa dónde quiere ir, pero no de dónde viene.

Ya he dicho en otras ocasiones que el Arte es lo contrario de la Historia y, en consecuencia, su mejor antídoto: un palacio o una catedral le pertenecen al Arte, un palacio o una catedral en ruinas le pertenecen a la Historia. La defensa de la Literatura es la defensa de la fantasía y quizá por eso no interese hablar de ella en las campañas electorales o en los foros políticos. Ojalá cambiaran. Ojalá las autoridades gubernativas y municipales empezaran a luchar por un país más culto, porque ése sería también un país más firme, menos manipulable, más sereno. Los libros que no se leen son vidas que se desaprovechan, mundos que se abandonan. Una palabra es un transbordador, dice el poeta Peter Huchel, y es verdad: las palabras de un libro te llevan más allá, al otro lado; empiezas siendo una sola persona y mientras lees te vas transformando en mil mujeres y hombres distintos. Piénsenlo y cambien. No se conformen con ser nada más que ustedes mismos.

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