¿Humor andaluz?
MANUEL ALVARLos tópicos son tópicos, es decir, lugares comunes. Se habla de la tozudez aragonesa. Se habla siempre del humor andaluz, ¿y la Andalucía trágica? Quiero hablar de lo que es la alegría, la jocundidad, el buen humor de los andaluces. Diré que según y conforme. Porque andaluza es la mala follá. Creo que nada de esto nos sirve para nada. Busquemos por otras sendas.
Pienso que el humor nos es necesario. Como decía Ionesco "donde no hay humor no hay humanidad, donde no hay humor (esa libertad tomada frente a sí mismo) existe el campo de concentración". Si quisiéramos definir lo cómico en función de sus opuestos, habría que enfrentarlo a la gracia más que a la belleza. Es más rigidez que fealdad. Por eso la risa castiga ciertos defectos. Para el humorista en el mundo, siempre haciéndose, hay lugar para formas nuevas, materia con que crearlas e inventarlas.
Los retóricos son posdiluvianos, los humoristas antediluvianos, posdiluvianos y del porvenir. Si tomamos la obra de un retórico la encontramos cepillada y lustrosa; la del humorista, informe e incompleta. La retórica tiene que basarse en un espíritu de autoridades, por esto tiende al dogmatismo y a la pedantería, el método retórico estrecha todo y lo hace mecánico; si el humorismo carece de método, lleva a la exaltación y al caos; es anarquista. Pensamos que el satírico es hombre de espíritu lógico y el humorista es más bien sentimental. El satírico suele ser una criatura prudente que cree en la razón y el humorista duda de ella.
¿Hay poeta más serio que Antonio Machado y, sin embargo, cómo silenciar su humor? Nos ha salido un hombre andaluz, y quiero pensar en quienes estuvieron muy lejos de esta tierra: por ejemplo, Quevedo y Gracián. Viendo esta trilogía portentosa, me atrevería a definir lo cómico en función de sus opuestos, habría que oponerlo a la gracia mejor que a la belleza. Y vuelvo a pensar en Andalucía: aquí el humorista es relativista, mientras el retórico es absolutivista. Que nos valga la cuna jocosa. Después de estas largas prolusiones por los recovecos donde la palma se fija, habría que aceptar esa presencia ontológica en la que los hombres y mujeres tienen pasión por el humorismo.
Tendríamos que tomar vaharadas de cristal y de seriedad para volver a plantear las cosas en un esquema claro. En él habría mucha pasión para juzgar el teatro del mundo; no quieren ser espectadores, quieren actuar en el retablo que se ha descubierto, pero entonces se encuentran el hombre y la mujer. La mujer no tiene sentido del humor. Pensemos en el sevillano don Juan, personaje hecho para las mujeres; es profundamente serio: busca la felicidad y teme el infierno. Entonces para nada le sirven las burlas o el sentido del humor. No quisiera ser pedante en mis consideraciones. Pido perdón al lector ante el temor de que piense que soy un hombre sin humor. Nunca me lo perdonaría. Creo que, como en el Museo de Humour-Point, lo único malo es la pedantería que lo puebla.
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