Las raíces yanquis de Frank Emilio:
el pianista cubano se reúne en Nueva York con su familia de EE UU, 70 años después de que su padre lo abandonara
El pianista cubano Frank Emilio Flyn es el protagonista de una historia personal, sencilla, que tiene mucho que ver con las relaciones de Cuba y Estados Unidos. La aventura del reencuentro de Frank con su familia norteamericana después de 70 años parece una de tantas con final feliz, pero no es así. Su madre, Digna María, era cubana, y en 1903, en unas vacaciones en EEUU, conoció a Francis Joseph Flyn, un joven norteamericano de origen irlandés que se enamoró de ella. La boda se celebró ese año en La Habana, y 18 años después, en 1921, nació Frank en una casa del barrio de San Lázaro.Durante años, su padre trabajó en la isla como buzo para una compañía telefónica norteamericana instalando cables submarinos. "Mi madre era un ama de casa sencilla, pero siempre le gustó la música", afirma Frank Emilio. Tanto le gustaba que aunque nadie en casa sabía tocar el piano, se compró uno para que los músicos que amenizaban las películas de cine mudo que se proyectaban en un teatro cercano fuesen a tocar allí después de las funciones.
Allí escuchó Frank Emilio por primera vez el instrumento que marcaría su vida y haría posible el reencuentro con su familia. Al nacer, el mal uso de los fórceps por la partera lo había dejado prácticamente ciego. "Hasta los 13 años, cuando perdí completamente la visión, sólo percibía bultos y colores, pero estiré el brazo y empecé a balbucear mis primeras vivencias musicales al piano, como el vals Three o'clok in the morning, que eran las que yo oía en casa".
Un día, cuando Frank tenía cinco años, Digna murió y su padre regresó a EEUU, dejándolo al cuidado de unos tíos, que lo criaron como un hijo. Durante años recibió correspondencia, pero en 1933 el contacto con su padre se interrumpió. "Imaginé que había muerto", recuerda Frank.
En La Habana, apoyado por sus tíos y sobre todo gracias a su propio talento, Frank Emilio se hizo músico. A los 13 años, vestido aún con pantalones cortos, debutó profesionalmente, y meses después tenía su propia orquesta. "Pero a los 17 años dejé la pachanga para estudiar música en serio". Durante 14 años estudió piano bajo la guía del maestro César Pérez Centenat. Interpretaba a los clásicos -Lecuona, Bach, Mozart-. Se integró en el Quinteto Instrumental de Música Moderna, que luego sería el grupo Los Amigos. Bajo el desenfreno de la bohemia de los cincuenta, fundía los ritmos cubanos con el jazz y el blues. El músico Armando Romeu aprendió braille para transcribirle el Concierto en Fa de Gershiwn, que interpretó con la Orquesta Sinfónica Nacional.
Pero, como muchos músicos cubanos, cayó en el olvido en los años setenta, cuando se desató en la isla la ofensiva revolucionaria; los clubes cerraban y el jazz pasó a ser casi la música del enemigo.
"Atrevidamente, yo me había dedicado a cultivar otros géneros, y seguí trabajando". Compuso, dio conciertos, se dedicó en cuerpo y alma a enseñar música a otros ciegos. En 1996, cuando por carambolas comerciales la música cubana se puso de moda, hace Barbarísimo, genuino disco de jazz latino. Después grabó el CD de danzones Mi ayer y Tribute to Lecuona. En 1998, todavía ajeno a la existencia de su familia, graba para el famoso sello Blue Note Reflejos ancestrales.
El trompetista norteamericano Winston Marshallis quedó fascinado con su música durante un viaje a La Habana y le invitó a tocar en el Lincoln Center de Nueva York. Gracias a la publicidad, una prima, Katy, descubrió su existencia. Viajó a La Habana y a Zaragoza -donde Frank tiene una nieta que estudia flauta- y dio con él.
El pasado 13 de enero, coincidiendo con la segunda presentación de Frank Emilio en el Lincoln Center, su familia va a verle. "Fue bonito. Mis cuatro primos y numerosos parientes fueron al concierto. Vinieron casi 50 familiares de diversas ciudades de EEUU, algunos llevaban sin verse entre ellos 40 años". Muchos eran maestros. Como él. "Hablamos de cómo hicimos en Cuba para formar a los ciegos", recuerda Frank, autor del libro en braille por el que estudian música los invidentes en la isla.
Muchos músicos dentro y fuera de Cuba han aprendido a ver la música cubana a través de Frank Emilio. Chucho Valdés o Paquito D'Rivera están en la interminable lista de los que le veneran. A él no le gusta hablar de política, pero dice que quisiera que su historia, con final feliz, pudiese servir de ejemplo a los políticos de Cuba y de EEUU. Frank tiene una nueva familia y su música ha resurgido de la oscuridad, donde ha estado muchos años, y no debido a su ceguera, sino a la de otros.
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