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Cisneros duerme en la Moncloa:

El sueño del cardenal Cisneros duerme en el campus de Moncloa. Sin embargo, el consejero-regente de los Reyes Católicos, fundador de la alcalaína Universidad Complutense en el año de 1498, no reposa solo. Lo hace en compañía. De dama alguna no, pues era célibe y virtuoso; lo hace recostado en los plúteos, denominación culterana de las estanterías donde sueña igualmente una magnífica colección; precisamente, de incunables, esos patriarcas y antepasados de los libros cuya impresión por vigorosos maestros alemanes inauguró la Edad del Humanismo: ni más ni menos que 725 ejemplares de estos volúmenes, sin años ni valor por tenerlos atesorados todos, se encuentran en la biblioteca madrileña. Es el caso del incunable De sermonum proprietate, también titulado De Universo, obra de Rabano Mauro, procedente de la imprenta de Adof Rausch de Estrasburgo. Su impresión fue anterior al 20 de julio de 1467. Pero los incunables coexisten con otras joyas aún más antiguas; sirva como ejemplo el códice original de los Libros del Saber de Astronomía, del rey Alfonso X, en cuyo escritorio fue copiado en pleno siglo XIII.Todo ello alberga la Biblioteca de la Complutense que cuenta, además, con 14.000 libros del siglo XVI, 23.000 del siglo XVII y 36.100 del siglo de las Luces. Allí moran las ciencias, los conocimientos y las artes, amén de cartografías como el mapamundi de Claudio Ptolomeo, dado a la imprenta en 1486, así como cartas naúticas, tratados, códices o salmos. Todo compone un territorio donde la hegemonía pertenece al saber y la palabra. Ni que decir tiene que la de la Complutense es la segunda biblioteca de España, al decir de casi todos los expertos, a corta distancia de la Nacional. Es pues una de las principales de Europa. Su Proyecto Discórides le otorga rango informático único.

No hay un solo recinto para albergar su riqueza. Se encuentra distribuida por las facultades, escuelas e institutos universitarios desplegados en los campus de Moncloa y Somosaguas. Tales centros poseen cierta autonomía para contratar personal, si bien su unidad de acción la garantiza una dirección unificada. Desde el pasado 1 de diciembre la regenta Francisco Javier de Jorge. Murciano de nacimiento y madrileño de hecho, es licenciado en Geografía e Historia; facultativo de Archivos y Bibliotecas, apasionado de su trabajo, aunque él iba para museísta siguiendo la tradición familiar, codirigió la biblioteca pública de Valladolid para pasar luego a la del Museo del Prado.

No hay más remedio que recurrir a la fría elocuencia de los números, que diría un afamado enemigo de los libros. La Biblioteca de la principal universidad madrileña cuenta, según De Jorge, con 2.192.070 fondos. Con esta palabra los bibliotecarios designan piezas bibliográficas en todo tipo de soporte. Se hallan repartidos en diferentes centros a lo largo de una superficie calculada en más de 43.000 metros cuadrados. Hay así bibliotecas de gran tamaño, como en las facultades de Derecho, Geografía, Farmacia y Medicina; sus anaqueles y repisas atesoran por encima de trescientos mil ejemplares cada una; otras tienen dimensiones medianas o pequeñas, como las de la Facultad de Geológicas y la Escuela de Óptica, respectivamente. Bibliotecas como la de Ciencias Políticas, en el campus de Somosaguas, crecen sin cesar. Ya casi supera 120.000 ejemplares.

Siguiendo con la frialdad de los guarismos, la Universidad Complutense dispone de hasta 8.641 puestos de lectura. El número de préstamos durante 1998 fue de 982.666, todo un indicador de su utilidad; es tanta, que algunos académicos de Bellas Artes anhelan que pase a integrar una futura gran Biblioteca de España y América, que convierta Madrid en auténtica capital bicontinental. El emplazamiento deseado la situaría presumiblemente en la Castellana, según señala el arquitecto Miguel Oriol, uno de los principales muñidores de esta idea, y daría aún más esplendor a la fama de tantos escritores como América ha dado a las letras hispanas. "Las efigies de esa pléyade de literatos en lengua española permitiría formar un panteón escultórico vivo de celebridades", señala el arquitecto.

Mientras la idea se abre paso en la jungla administrativa, la Complutense vela el sueño de Cisneros y administra el sonambulismo, ante la demanda estudiantil, de sus tan caros libros.

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