Dineros de partidos y candidatos
No pasa mucho tiempo sin que salte la financiación irregular de unos y otros. Diversos ministros, anteriores o posteriores, en Francia, la suerte de Kohl en Alemania, la muerte de Craxi en Túnez; también fue seriamente sacudido algún miembro del Gobierno belga, y afectado el nuestro, en alguno de sus allegados, y Japón, y para qué vamos a seguir. Y me refiero sólo a la financiación irregular de los partidos o de las campañas, no al enriquecimiento de políticos, de altos cargos, porque en la confusión producida alguien puede enriquecerse a título personal.La vía mental debe ser, más o menos, la siguiente, en una competencia electoral (todo es electoral a la corta o a la larga). Parece que cada candidato es el más idóneo en el mejor partido posible; los mejores para realizar la función de gobierno que se disputa; un enfrentamiento electoral es un enfrentamiento entre "mejores", desde el punto de vista personal de cada aspirante u organización política que se bate.
Parece que se produce el fenómeno psicológico de que para el mejor, para el que va a hacerlo mejor que cualquier otro, conseguido el resultado, todo es poco; y en ese todo se encuentran medios económicos, cuantos más, mejor; ¿y si se pierde el triunfo del mejor por unas carencias económicas, menores que la bondad final resultante?
Lo cual, a su vez, tiene otra convicción profunda subyacente: ya puede ser excelsa la condición del candidato, sin medios no podrá hacerse ver; para llegar a la gente hace falta alguien que quiera llegar, y rodeado de los medios que le permitan ser visto en una buena escenografía; el buen paño en el arca no se vende.
Estas conexiones (por no hablar del poder como fuente de bienes para el poderoso y los que le ayudan a serlo) hacen la tentación económica irresistible, cuando se trata precisamente de eso, de una tentación, de la superación de una prevención o principio de pureza más o menos grave y arraigado. Es un dinero que se busca "para hacer el bien", y, en muchas ocasiones, para hacerlo, si así puede decirse, desinteresadamente. Así que el relajamiento de los controles de la conducta habitual para obtener dinero (legales, o decentes o de buen gusto, o menos probables en la conducta de las personas que responden a la imagen de buenos ciudadanos habituales) se producen más o menos insensiblemente, hasta caer en conductas que van de lo chocante a lo francamente delictivo.
Estas conductas son, o deben ser, bastante generalizadas; y digo que deben ser porque la reacción del atrapado no suele ser la de quien considera la mala suerte de ser descubierto, sino de haberlo sido precisamente él, entre tantos otros que han podido y pueden hacer el bien político a su partido o a su candidato sin que les suceda nada.
Desde luego, no tengo la solución en la mano; hay quien propugna, como siempre, más medios represivos; no es, en general, lo más conveniente, cuando nos encontramos con algo que tiene más que ver con la perversión o desviación de las conciencias que con otra cosa; en cualquier caso, no es suficiente, y es el último recurso de una sociedad para conseguir un resultado; lo mismo que la pena de muerte no acaba, ipso facto, con el asesinato.
Algunas técnicas ayudarían quizá, como la implicación legal de todos los candidatos de un partido en una circunscripción en las consecuencias económicas de los desafueros o irregularidades que hayan podido acompañar al normal desarrollo de su actividad; o la supresión de esa distinción de que tanto gustan los políticos entre el responsable económico de esa candidatura u órganos de partido y todos los demás candidatos o cargos de gestión de partido, con lo que éstos pueden caer en la clara tentación de pedir el dinero "que haga falta" sin preguntar de dónde viene.
Pero éstas no son las cuestiones básicas. El problema es "de conciencia", de pautas de conducta dentro de una sociedad, o de un partido, o de una candidatura. Y yo no sé cómo se consigue eso; me veo un poco perdido; además, y por si fuera poco, estas prácticas suelen falsear la limpieza de la competición democrática.
La única esperanza se basa en que, al parecer, estas prácticas, si bien bastante extendidas en el mundo, no son universales; si en algunos lugares no se practican, según dicen, o son menos habituales, también en los demás podrán eliminarse, aunque sea poco a poco. Pero también eso de que hay lugares en que no se producen no pasa de ser una premisa plausible, por lo que cuentan.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.