Sant Blai gloriòs
Todavía se llevan a las iglesias cestas con frutas y pastas para bendecirlas hoy. Pequeñas galletas, diminutas coquetes, panellets y santblaiets de toda clase cubren la geografía valenciana: Sant Blai gloriòs, deixa el xiquet i emporta't la tos. Al tragar y comer, si es con dificultades, mejor, preservarán las goles de las enfermeras que les son propias: "A todo el mundo asegura/ de los males de garganta/ feliz y dichosa cura". Reliquias, pañuelos y cordons de sant Blai -de blaesus-, tartamudo acarician hoy los cuellos. La protección es tan amplia como extensa es la gama, donde una simple tos y las afonías hasta garrotillos mortales y graves problemas pulmonares o respiratorios. Incierto obispo de la armenia Sebaste, en el 283 -"fuiste un ínclito varón/ manso, puro e inocente,/ continente y abstinente/ y humilde sin presunción"-, debe su dilatada popularidad a un supuesto milagro: una madre le presentó a su hijo "a punto de morir asfixiado a causa de una espina de pescado", cruzando dos cirios, "expulsó la espina". Tan gran éxito obtuvo que ofreció su testa a cambio de curaciones, cuando le cortaban la cabeza, una voz celestial le confirmó su patronazgo: "Lo que acabas de pedir, queda concedido".Antes de perder la crisma, recuperó el cerdito de una pobre viuda: "Presentose ante ellos el lobo y depositó a los pies de la mujer el animalito", dominio que acerca al "obispo y pastor" a las Lupercales, fiestas romanas de los ganados, ahora en plena crianza; nunca faltaba en la cistelleta algarrobas y maíz para los animales domésticos: "Anima las almas, Blas/ animalàs, animalàs". Según su leyenda, vivía en una cueva, de donde salió para encontrar la luz celestial, como el oso, que abandona la caverna para que llegue la primavera: Per sant Blai, un pas de cavall.