La Fonteta se quedó muda: Unos 5.000 aficionados animaron ante cuatro pantallas gigantes al Pamesa en la final de la Copa del Rey de baloncesto
La Fonteta se quedó muda. 5.000 entusiasmados aficionados del Pamesa se quedaron helados, con las ganas de celebrar la segunda Copa del Rey del conjunto valenciano en tres años (el Pamesa ganó el torneo en 1998). Acudieron puntuales a la cita, ávidos de fiesta, de baloncesto, de triunfo. Y se fueron cabizbajos después de vibrar de lo lindo durante gran parte de la final. Principalmente en el primer tiempo, en el que el Pamesa se fue con ventaja al vestuario.Mientras, en el pabellón Araba de Vitoria, los seguidores del Pamesa no llegaron a meterse de lleno en el partido en ningún momento. Estuvieron agarrotados. No estaban todos lo que lo hubieran deseado, pues había restricción de entradas y se suspendieron cinco autobuses que iban a salir por la mañana de Valencia en dirección a Vitoria, pero unos 1.000 valencianos presenciaron en la noche de ayer el partido en el bello pabellón Araba, entre ellos el presidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana.
En Valencia, cuatro pantallas ofrecieron la final en el pabellón de la Font de Sant Lluís. Hubo música, tambores, palmas, cánticos... Como si el Pamesa estuviera en la cancha. La afición del Pamesa ya ha cumplido la mayoría de edad, ha vivido varias finales, algunas con éxito. Y acudió puntual a la cita. Es cierto que el pabellón, con capacidad para 8.000 espectadores, no se llenó, pero ofreció un aspecto fenomenal. Cada canasta del Pamesa fue celebrada a lo grande; los silencios eran mala señal. Todavía fresco el recuerdo de la Copa de 1998, ganada por el Pamesa, la gente tenía ganas de celebrar otro triunfo sonado.
Pero la jarana se acabó en la segunda parte. "Teníamos muchas esperanzas puestas en este torneo y se nos ha escapado", afirmó Víctor Luengo tras el partido. En la Fonteta, la gente escuchaba resignada las palabras de Luengo. "Ganaremos la Liga", dijo Juan Roig, que disimuló su decepción. Si la tenía: "Bájame los ánimos, que vamos a ganar la liga", repetía el presidente del Pamesa. En Vitoria, la hinchada del Pamesa adoptó de inicio una actitud contemplativa que contrastaba con la animación bullanguera de la peña Demencia de Estudiantes. El Pamesa salió frío. Nadie tiraba a canasta más que los estadounidenses. Había nervios y ello se reflejó también en la grada, que tampoco acabó de soltarse. "El Estudiantes ha sido el justo ganador", dijo un triste Miki Vukovic tras el encuentro. Para el técnico del Pamesa una de las claves estuvo en los errores en los tiros libres. "Somos un equipo joven y todavía podemos lograr más títulos", lanzó Luengo, quien añadió: "Cuanto antes olvidemos esto mejor. Si hemos jugado tres finales (dos de Copa y una de la Copa Saporta) en tres años consecutivos es porque se están haciendo bien las cosas".
La tristeza del Pamesa pudo tornarse en jolgorio, porque pese a sus problemas, se fue con tres puntos de ventaja al descanso. El Estudiantes, sin embargo, enjugó rápidamente la diferencia en la reanudación del partido. Seguía ofreciendo síntomas de mayor frescura, física y mental, el equipo estudiantil. Se notaba que estaban disfrutando de lo que estaban haciendo: jugando una final. El conjunto madrileño se despegaba propiciando la algarabía de la Demencia, que se lo pasaba en grande. Entonces entró Luengo, que es el espíritu más positivo del Pamesa, e insufló el suficiente ánimo en sus compañeros como para mantenerse unos minutos a tiro de piedra. Fue efímero. Al final se impuso la calidad de un Estudiantes pletórico, que anotó triples como churros.
Los aficionados del Pamesa se quedaron mudos. La superioridad de Estudiantes había sido incuestionable. Quedaban cinco minutos de agonía para el Pamesa. Cinco minutos de felicidad completa para la Demencia, que comenzó a cantar aquello de "somos un equipo de patio de colegio" o esto otro: "Somos el primer equipo de Madrid". Ayer, al menos, sí que lo fueron.
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