Izquierda
ADOLF BELTRAN
¿Quién se opone a que la izquierda discuta una colaboración electoral para hacer frente democráticamente a la derecha? Probablemente, sólo la derecha. Ayuna como está la gente progresista de estímulos políticos, los contactos entre el PSOE e IU, tras la propuesta lanzada por Joaquín Almunia, han supuesto una inyección de esperanza en sectores amplios de opinión al tiempo que un susto para el PP, que apenas ha sabido balbucear una respuesta. Con todo, la maniobra, cuyo efecto inmediato consiste en anestesiar una inútil hostilidad, proyecta algunas sombras. Y no es la principal el momento escogido por los socialistas (casi en el límite de la presentación legal de coaliciones), ni la oferta envenenada de que Izquierda Unida retire sus candidaturas en decenas de circunscripciones a cambio de candidatos al Senado, sin garantizarle la obtención de diputados en las otras. Pese a que se ha aludido al ejemplo francés, es decir al compromiso de apoyo mutuo a la opción más votada (imposible de aplicar con el sistema electoral español), lo que Almunia le propone a Frutos es que no estorbe donde carece de oportunidades. Lo más llamativo, sin embargo, es el planteamiento de la negociación de aparato a aparato, en un movimiento que tiene más que ver con la aritmética que con la política, desde luego bien distinto del que dibujó trabajosamente Pasqual Maragall en Cataluña, donde logró una sólida implicación de ciudadanos sin carnet y situó el punto de gravedad mucho más alejado de las oligarquías de partido. Sobre la mesa de la izquierda, así, hay dos modelos y uno de ellos es bastante más sensible a la "devaluación de lo político" que denunciaba en una entrevista el secretario general de Comisiones Obreras del País Valenciano, Joan Sifre. El pacto a la francesa no es el Olivo italiano. El modelo de Almunia tampoco es el de Maragall. Que en ese contexto la Entesa al Senado (con el Bloc y Els Verds también en el asunto) haya sufrido un segundo naufragio sólo es un síntoma de las carencias de un escenario nuevo, diseñado otra vez muy lejos de las expectativas de articular un bloque valenciano de progreso ante el PP en el que ya es uno de sus feudos.
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