Woody Allen y Europa

Leí con una sonrisa el artículo de Vicente Verdú Illinois, en el que ironizaba sobre el limbo autosuficiente en el que parece vivir el ciudadano medio estadounidense en relación con otros países y culturas de este planeta. Yo fui uno de esos estudiantes españoles citados en el artículo que estudiaron en un high school norteamericano, al que, entre otras, le hicieron preguntas como: "¿En España también se habla mexicano?".Hace muy poco contemplé en casa una copia en versión original del documental (llevado al cine con el título de Wild man blues) sobre una gira por Europa de Woody Allen y un grupo de músicos de jazz. La película aporta, en mi opinión, tres elementos que le dan entidad propia: 1. El tratamiento del público europeo como escenario de fondo, impersonal pero apasionado a la vez. 2. Permitirnos conocer al final de la cinta a la muy sensata madre de Woody Allen. 3. La desagradable sorpresa de encontrarnos con un Woody Allen en el tópico papel de intelectual norteamericano que cumple, aburrido y distante, con el obligado viaje a sus ancestros europeos, ignorando desde refinadísimas suites al entregado público-attrezzo e invocando desde un reactor privado su condición de sencilla persona de la calle. Por un momento me pareció estar presenciando el Si hoy es martes, esto es Bélgica, versión Bill Gates o Michael Jackson.

He sido siempre un fiel seguidor del cine de Woody Allen. Sobre todo, me admira su fecundidad de los últimos años, en los que ha producido obras de especial frescura. Continuaré viendo las nuevas películas de Woody Allen, a pesar de que ahora, desde la contemplación del documental citado (que reconozco que supone un retrato parcial y puntual), como persona me gusta bastante menos que su cine, que es magnífico.- Turquía.