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La mayoría de edad del Bloc

J. J. PÉREZ BENLLOCH

El Bloc Nacionalista Valencià ha celebrado su congreso fundacional en un clima de euforia insólito. Hasta hoy, sin ser clandestinos ni anónimos, la verdad es que los nacionalistas valencianos de la citada obediencia no habían gozado de buen cartel, ni de proyección social, ni de cálida acogida mediática, no obstante sus desvelos, que en puridad se reducían -y no ha sido poca cosa- a resistir ejercitando la tenacidad, lo que les permitía sobreponerse a los varapalos electorales y a la soledad en que les sumía el acoso de sus parientes, los socialistas, así como el estamento independiente, disperso y un tanto aristocrático de la familia, digo de intelectuales, políticos y prohombres que han sido y, sin dejar de serlo, ahora se reconocen de ese mismo linaje.

Pero todo ha cambiado, o esas trazas lleva. La última cita electoral situó a los nacionalistas en el umbral de las Cortes Valencianas, el censo de la militancia se adensa de juventud, mejora su proyección en los medios de comunicación y se acrecen sus expectativas políticas. Ya hablan sin rebozo de ser la tercera fuerza política del país, quizá los terceros en discordia y acaso árbitros o bisagras del poder. Incluso no les parece lejana la posibilidad de gobernar la Generalitat. El viento les sopla de popa y, al menos, les propicia sacudirse la resignación o la pobreza de espíritu que ha venido siendo el estigma de la feligresía nacionalista.

Nada les ha sido regalado en esta larga travesía del desierto que, además, está lejos de haber concluido. Ha sido necesario un trabajo paciente de ahormamiento, limando personalismos, esteticismos ideológicos y tentaciones fraccionales que aún asoman la oreja. No ha sido menor la entereza de la UPV de ayer y del Bloc de hoy para soportar la sutil e insistente especie calumniosa acerca de su financiación y de pactos contra natura cuando, al margen de no probarse ni aportar indicios, tampoco serían diferentes -aunque sí infinitamente más modestos- de los que nutren y practican esas otras fuerzas acusicas. En fin, un calvario, o poco menos, que acaba de cortar en este congreso un cupón de recompensa.

A partir de este momento serán otros los problemas. Serán los problemas propios de la mayoría de edad y de los que conlleva la fortuna, por leve y precaria que se nos antoje. Por lo pronto acudirán mil moscas al panal, y no pocas con ambiciones de ser reina del enjambre. A la indiferencia mediática -que sus ventajas tiene- le sucederá un seguimiento más acucioso y, como es lógico -y conveniente- el ideario y programas serán analizados con otra intención y rigor. Como de hecho está aconteciendo.

Sin embargo, creo que Pere Mayor y su joven cuadro de dirigentes están de vuelta y no necesitan consejos de nadie. De nadie, insisto. Sobre todo, en punto a su posicionamiento ideológico y estratégico. Han salido del atzucac en que estaban metidos sin más viático que sus reflexiones y capacidad de aguante. La fórmula sigue siendo válida y parece que cada día se acomoda más al talante del país y la naturaleza de coyuntura, eminentemente pragmática y desvalida de abstracciones. Basta con una propuesta creíble de cordura, honradez y eficiencia. Visto el panorama, casi es un panfleto revolucionario.

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