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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Pacto de izquierdas

Joaquín Almunia ofreció ayer a Izquierda Unida (IU) pactar un acuerdo de gobierno para las próximas elecciones. Se trata de una propuesta a la francesa: un programa común de 10 puntos -ampliable a otros- y entrada en el futuro Ejecutivo. IU debería retirar a cambio sus candidaturas en las circunscripciones donde nunca ha obtenido un escaño. Francisco Frutos se mostró receptivo y pidió una reunión de ambas direcciones para discutir ese posible programa común. Se trata de una iniciativa de calado. Es la primera vez que los socialistas aceptan un planteamiento de unidad de la izquierda en términos programáticos, como venía pidiendo Anguita, y se alinean con estrategias ya comprobadas en países de nuestro entorno. En algunos casos, con notable éxito, como el experimento de la izquierda plural en Francia, que ha demostrado la capacidad de hacer compatibles nuevas políticas sociales con un crecimiento equilibrado.Las encuestas siguen revelando que en España existe una mayoría potencial de centro-izquierda. Un plan de optimización de resultados como el que propone el secretario general del PSOE podría dar la mayoría en escaños a ambas formaciones, aunque no concurriesen en una única candidatura. PSOE e IU sumaron 12 millones de votos (el 48,5%) en 1996, frente a los 9,7 millones del PP y los 1,7 millones de sus aliados nacionalistas (45,9% en total). Sin embargo, la mayoría gobernante ha tenido 20 escaños más que la suma de socialistas e IU. Por tanto, y a la vista de los estrechos márgenes que señalan las encuestas, una movilización del electorado potencial de la izquierda podría dar paso a una mayoría alternativa. Al menos cambia el escenario preelectoral.

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IU perdió en las europeas y municipales un millón de votos. Esos ciudadanos dudan ahora entre votar a una coalición menos sectaria -llegó a acuerdos tras las municipales-, abstenerse o pasarse al PSOE. Seguramente existen fuertes resistencias a hacer esto último: el discurso de IU ha sido antisocialista más que cualquier otra cosa. La diferencia es que esos votantes cuentan ahora con la experiencia de cuatro años de gobierno de la derecha, inédita en democracia, porque la UCD practicó una política económica más bien socialdemócrata. Así pues, Almunia se encuentra ante el problema -y la oportunidad- de encontrar la forma de sumar a su proyecto a los votantes de IU con mala conciencia por el papel que jugó esa coalición en el triunfo de la derecha, pero que siguen siendo reticentes a votar directamente al PSOE.

La fórmula de un programa común a cambio de la retirada de los candidatos de IU sin posibilidades podría ser la llave para optimizar los resultados en favor de un Gobierno de izquierda. Pero no deja de tener sus riesgos. Por una parte, el pacto con IU puede crear alguna incertidumbre en el electorado centrista (urbano, liberal, moderado) que arrastraba Felipe González. Por otra, IU podría caer en la tentación de plantear a los socialistas condiciones de imposible cumplimiento.

Frutos parece más dispuesto que lo estuvo Anguita a discutir una propuesta viable. IU tendría, por de pronto, la oportunidad de lograr una decena de escaños en el Senado -donde no está presente- y conseguir poder en el futuro Gobierno. IU parece tener mucho interés en que se reconozca que la iniciativa de esta posibilidad de acuerdo es suya, y no de Almunia. En 1993 era lógico que el PSOE, vencedor sin mayoría, prefiriera pactar con Pujol antes que con IU. De haber hecho esto último, se habría conformado un poderoso bloque de oposición entre Aznar y los nacionalistas; ahora es Aznar quien tiene un acuerdo con ellos. Por otra parte, la buena marcha de la economía es la baza principal de Aznar. La de la oposición es demostrar que el PP ha gestionado la prosperidad de manera poco equitativa y practicando una enorme concentración de poder político, económico y mediático. Es decir, plantear una alternativa con acento en las medidas redistributivas. No le faltarán argumentos a Almunia, y el catálogo que propone a IU ofrece ocasión para demostrar que en esos terrenos sí existe una alternativa de izquierdas.

Con límites. Hoy no sería posible una expansión del gasto público -y del déficit- como la de los ochenta, ni una política en sentido contrario a la que se practica en los países con los que nos hemos asociado. De ahí que Almunia proponga respetar el Pacto de Estabilidad comprometido por la entrada en el euro, algo que IU ha rechazado hasta ahora. Puede que IU pretenda forzar la mano en ese sentido, pero en ese caso corre el riesgo de que una parte al menos de ese millón de votantes decida pasarse directamente al PSOE.

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