El sexo de los pantalones
Judy Owen, ex gerente de la Asociación Británica de Golf, ya no rehuye a los fotógrafos. Vestida con un traje pantalón, su atuendo favorito, posó para ellos la noche del pasado jueves después de ganar una demanda por discriminación sexual contra su antiguo patrón, que le exigió ponerse falda para acudir al trabajo. Todo sonrisas después de haberse visto obligada a pedir la baja en noviembre pasado por estrés, la ejecutiva ha puntualizado que lo de la ropa era lo de menos. En su opinión, el deporte del golf está dirigido en el Reino Unido por varones sexistas que no tienen reparos en llamar "marimachos" y hasta "lesbianas", a sus colegas femeninas.De 39 años, casada con un policía y con dos hijos pequeños, Judy Owen, fue contratada en mayo de 1988 por el club que la Asociación de golfistas tiene abierto en Sutton Coldfield, al este de Inglaterra, como uno de los gerentes del departamento de adiestramiento. Con un sueldo de casi 8 millones de pesetas anuales, un reglamento que aboga por la igualdad de derechos y una oficina llena de mujeres, lo último que se le ocurrió fue pensar en la ropa. Se compró tres trajes de chaqueta y pantalón con los que se encontraba cómoda y elegante, y se dispuso a estrenar su despacho en un club mundialmente famoso, que ha organizado en sus campos la Copa Ryder de Golf entre Europa y EE UU.
La dicha fue efímera. A las dos semanas de su llegada, su superior directo, Gerry Paton, le anunció que los pantalones no se consideraban apropiados para una mujer en el club. La falda era, por el contrario, "elegante y más acorde con un ambiente tradicional". Atónita, ella pidió una copia de las normas de la casa. No recordaba haber leído nada acerca de la ropa, y nadie le había advertido que los pantalones estuvieran prohibidos. Su jefe le prometió que revisaría el caso. Cuando pocos días después volvió a ponerse pantalones, Paton le espetó: "¿Trata de burlarse?". A continuación le ordenó volver a casa a cambiarse.
Horas después, y todavía temblando, la gerente pidió la baja por estrés a su médico de cabecera. Cuatro semanas después del primer incidente, dimitió sin haber recibido una respuesta satisfactoria acerca de las normas del club sobre el vestuario de sus empleadas.
Lo que Judy Owen no podía imaginar es que sus antiguas compañeras de trabajo se pondrían en su contra. Llevadas tal vez por el temor a perder también el empleo, una docena de éstas acudieron a la sala del tribunal laboralista de Birmingham que vio el caso vestidas al gusto de su patrón. Todas con falda , alabaron "la atmósfera" respirada en el club de golf. Para la demandante, que ha superado a marchas forzadas su natural timidez, el asunto era más grave. "Fui intimidada y los gerentes varones llamaban a las mujeres golfistas marimachos y hasta lesbianas", declaró ante el juez.
Una antigua colega a la que no llegó a conocer le ha dado la razón. Vivian Saunders, que fue directora de la sección de mujeres de la Asociación golfista, ha recordado que la patrona es nada menos que la reina Isabel II. "Es una buena paradoja que una dama sea aceptable como cabeza visible del club, y las demás sean tratadas a baqueta", ha dicho.
La Comisión gubernamental para la Igualdad de Oportunidades, que ha representado a Owen, no ha ahorrado adjetivos al conocer la victoria. "Es un hecho memorable que hayamos ganado. Del vestuario en el trabajo no se había hablado desde 1977, y la sociedad ha cambiado mucho desde entonces", ha dicho Clare Hockney, abogada de la demandante.
Mientras Judy Owen espera a ser indemnizada - pidió 13 millones por daños y perjuicios- otras mujeres trabajadoras han aplaudido su entereza. Dos de ellas en particular, Debbie Sheen y Lynn McKay, pasaron por lo mismo hace dos meses. Guardas jurados de Eurostar, la compañía ferroviaria que cruza el Canal de la Mancha, fueron despedidas de la estación de Waterloo por llevar pantalones. Ayudadas por la misma Comisión para la Igualdad de Oportunidades, adujeron que les resultaba imposible revisar los vagones vestidas con una falda. Ganaron el caso. Compañías como British Airways o los almacenes Marks & Spencer ofrecen ya la opción de los pantalones a sus empleadas. La Asociación de Mujeres Abogadas hizo lo propio en 1996. Su miembro más famoso, Cherie Booth, esposa del líder laborista británico, Tony Blair, los lleva a menudo bajo la toga.
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