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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Patronal contra las 35

La entrada en vigor en Francia, el próximo 1 de febrero, de la segunda y definitiva ley que impone la semana laboral de 35 horas ha provocado un enfrentamiento sin precedentes de la patronal, Medef, con el Gobierno. De llevar a cabo su decisión de retirarse antes de fin de año del sistema de protección social que desde 1945 compartía de forma paritaria con los sindicatos, el modelo social francés se tambaleará.La semana de 35 horas empezará a aplicarse en las empresas de más de 20 empleados, y a partir de 2002, de un modo generalizado. Lionel Jospin y su ministra de Empleo y Solidaridad, Martine Aubry, cumplen así una de sus promesas electorales básicas. Francia se convierte en un laboratorio laboral, con una experiencia que se examinará con atención en el resto de Europa. El Gobierno ha ganado. Pero el Consejo Constitucional, a instancias de la oposición, ha obligado a rectificar algunos elementos importantes de la ley. Su aplicación tendrá que ser más flexible, y respetar los acuerdos ya suscritos entre patronal y sindicatos por ramas de actividad, algo que el Ejecutivo debió haber previsto. Las empresas ya no tendrán que reducir la jornada laboral antes de presentar planes de despido. Además, la sentencia del Constitucional lleva al Gobierno a tener que buscar otras fuentes de financiación que las previstas para su aplicación, lo que puede suponer unos gastos presupuestarios suplementarios superiores al billón de pesetas anuales.

Pero lo esencial de la ley se mantiene, y eso ha enfurecido a la patronal, que ahora intenta bloquear su aplicación anunciando la retirada empresarial de la cogestión y cofinanciación de algunos elementos importantes del sistema de la seguridad social referentes a prestaciones por enfermedad, jubilación o familiares. El único efecto positivo podría ser el de aclarar lo que deben hacer al Estado y las empresas en el sostenimiento de un Estado de bienestar moderno.

La reducción del tiempo de trabajo puede suponer unas vacaciones suplementarias de cuatro semanas al año, o jornadas salteadas de descanso. Una paradoja de la situación es que la introducción de la semana de 35 horas puede servir a las empresas para impulsar una mayor productividad de los empleados, e incluso para flexibilizar -palabra tabú en este contexto- la organización del trabajo y lograr una mayor moderación salarial. En todo caso, no va a ser una legislación fácil de poner en práctica, especialmente en sectores como la banca o los grandes almacenes. Debía tener un efecto colateral positivo: obligar a las partes a retomar un diálogo social en profundidad. Pero de momento tiene el efecto contrario.

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