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Como el "Erika" AGUSTÍ FANCELLI

Muchas novedades no parece que vaya a aportar este juicio. Las responsabilidades del caso, al más alto nivel, no son penales, sino políticas, pero esas nadie va a tocarlas. De hecho, en seis años, los armadores del buque liceísta no han sido ni molestados. La justicia ordinaria no se les ha acercado, ha visitado tan sólo la sala de máquinas (escénicas). Suerte ha habido de que el capitán del buque, Josep Caminal, se ha interesado por los fogoneros y ha salido del puente de mando dando un sonoro portazo. Algo habrán oído los armadores, quizá lo suficiente para enterarse de que ellos también eran responsables de la ósmosis del casco. Sólo por eso este juicio ya valdría la pena. Pero puede que nos enseñe algunas cosas más. Por ejemplo, que las aseguradoras funcionan según una lógica ajena al sentido común. Ayer la juez las puso en su sitio al no reconocerles el derecho de personarse ante lo penal como acusación particular. Si lo estiman oportuno, pueden ir por lo civil. Y gracias. ¿Qué hacen exactamente las aseguradoras? ¿Proporcionar una vida más segura a los ciudadanos, como su nombre parecería indicar? En última instancia tal vez sí, pero antes que nada se ocupan de cobrar. Casi tres millones al año les costaba a los ex propietarios del Liceo asegurar un capital valorado en 2.000 millones de pesetas, pero considerado de alto riesgo en varios informes de los bomberos, cosa que en nada desalentó a las compañías. Si se producía una desgracia, ya pagarían. Si no, se limitarían a cobrar. La desgracia se ha producido y han pagado, pero a la vez buscan corresponsabilizar a más gente para ir a escote en el gasto. Hombre, pues no.

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En países como el Reino Unido u Holanda no existe el título de patrón de embarcación de recreo. El único requisito que exige la ley para navegar es estar asegurado. Pero quien te examina no es el Estado, sino la compañía de seguros. Se sube un perito al barco, mira en qué estado se hallan los instrumentos de navegación, el motor, etcétera, y si los pertrechos de seguridad son los adecuados. Tras de lo cual se hace a la mar con el aspirante. Sólo si le ve capaz de manejarse con soltura le asegurará. De este modo, el seguro se convierte en un verdadero contrato sobre la seguridad, en una obligación por parte del asegurado de operar de manera fiable y del asegurador de cubrir el riesgo de accidente.

No es éste el caso en España. Los seguros se plantean como negocios basados en estadísticas. Ahora, como los accidentes de circulación han aumentado, el seguro obligatorio va a subir para todo el mundo el 15%, tanto si te la das cada 10 minutos como si en 30 años no has tenido ningún percance. Luego algunas compañías querrán primarte si perteneces a este último grupo, pero intuyes que se trata de una maniobra comercial, no algo que revierta de verdad en la seguridad.

Lo deseable habría sido que las aseguradoras se hubieran plantado a la hora de asegurar el Liceo, un petrolero tan poco fiable como el Erika. Quién sabe si un gesto así habría contribuido a que los armadores se decidieran a ponerlo en dique seco para repararlo, como propusó en su día el capitán. Pero la lógica del negocio pudo más. Se decidió navegar alegremente y acabó en naufragio.

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