Un esfuerzo permanente
Enric Valor, nuestro doctor honoris causa, dijo un día que lo que ha hecho a lo largo de su vida no tiene nada de extraordinario. De pequeño sintió la pasión por la literatura y siempre ha visto muy natural haber escrito narraciones y novelas lo mejor que ha podido. Modesto como es, no nos dice también que en nuestro país resultaba poco normal que el amor a la narrativa fuese precedido por el amor a la lengua, la lengua del pueblo, y menos todavía que había que estudiar una lengua en vías de extinción para que sobreviviese y no sólo para hacer buena literatura. La lucha de nuestro escritor para que el valenciano no desapareciese como vehículo de transmisión de una cultura antigua, capaz de recuperar su dinamismo en todos los territorios de habla catalana, ha dado una calidad y una categoría muy especial a su trabajo entre nosotros. Nadie con un mínimo de sensibilidad por hablar correctamente el valenciano ha dejado una y otra vez de consultar su libro La flexió verbal. Todos y cada uno de los que, desde la enseñanza primaria y secundaria y en poco más de una década, han hecho emerger una generación de jóvenes -cada vez más amplia y exigente- que usan el valenciano como lengua de comunicación y vehículo para hacer literatura o ciencia han tenido una herramienta impagable con las Rondalles Valencianes de Enric Valor. Su extensa obra gramatical y literaria justifica con creces la popularidad de que goza este hombre modesto, popularidad que solamente es comparable a la admiración y estima suscitadas por su permanente esfuerzo por impedir la degradación del valenciano. Su amor a la lengua, sin embargo, lo hace ir más allá: se convierte en una postura ética, un compromiso cívico que, a lo largo de su intensa vida, marca sus pasos, en el pueblo o en la ciudad, en la calle o en la cárcel, en la tertulia romántica o en la actividad política.Cuatro años han pasado desde que la Universidad de Valencia reconoció públicamente todo cuanto tiene de extraordinario la labor intelectual, artística y cívica hecha por Enric Valor otorgándole el grado académico más alto en un acto lleno de tradición europea y universitaria, como él mismo lo calificaba. Hoy se publican, dentro de una colección de libros muy especial, los discursos pronunciados en aquella ocasión, seguidos de una bibliografía imprescindible y una recopilación de escritos seleccionados de entre su abundosa obra. Esta oportunidad es igualmente propicia para mostrar, una vez más, la consideración y el respeto que el mundo universitario tiene para con toda la gente que trabaja, desde los ámbitos más diversos, por la supervivencia del valenciano. Más aún cuando se trata de alguien que, como Enric Valor -y como su amigo, y también doctor honoris causa de esta Universidad, Joan Coromines- nos ha demostrado que el valenciano es una de las formas más bellas de hablar catalán. No podemos saber qué hubiese sido de Enric Valor en un país que gozase de una mínima normalidad cultural y social. Sí sabemos, sin embargo, que su nombre servirá continuamente para espolearnos y reivindicar esa plena normalidad que algunos todavía se empeñan en negar a nuestra sociedad.
Texto escrito por el rector de la Universidad de Valencia con motivo de la publicación del libro Paraula de la terra en homenaje a Enric Valor.
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