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Gil Marín admite que ha pagado por algún jugador más de lo que vale

"¿Cuánto vale un jugador de fútbol? Imposible saberlo". Esta premisa centró toda la declaración de Miguel Ángel Gil Marín, hijo de Jesús Gil y director general del Atlético de Madrid, al que ayer tocó rendir cuentas ante el juez de la Audiencia Nacional Manuel García-Castellón. Gil Marín justificó así ante el juez la dudosa inversión de 2.700 millones en cuatro desconocidos jugadores de valor casi inexistente, los 2.900 pagados por Rade Bogdanovic - "más de lo que vale", admitió- o los 1.500 de Radek Bejbl. El fiscal Carlos Castresana se reservó pedir eventuales medidas cautelares.

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La declaración de Miguel Ángel Gil se prolongó dos horas y media, mucho menos de lo esperado, y sus abogados defensores le escoltaron resplandecientes de satisfacción. Gil Marín, según fuentes jurídicas, es muy diferente a su padre, de otra generación, mucho más preparado y con notables conocimientos de gestión y contabilidad. Respondió de forma concisa y directa, "sin contar su vida a cada pregunta" como hiciera el día anterior su padre, según coincidieron fuentes de ambas partes. Supo explicarse bien; otra cosa es convencer al juez.Miguel Ángel Gil respondió de su gestión a partir de su llegada a la dirección del club, a finales de 1992, pero no renunció a echar un capote a su padre, sobre todo en el procedimiento de transformación del Atlético de Madrid en sociedad anónima deportiva. Así, acudió pertrechado de un informe de la consultora Ernst&Young en el que se analiza todo el procedimiento de transformación. Se trata de una especie de anticipo de la prueba pericial y como todo informe de parte, lógicamente concluye en que todo está perfecto.

El fiscal Carlos Castresana le buscó los flancos en los aspectos más significativos de la querella. Según Anticorrupción, en enero de 1988 Jesús Gil y su hijo Miguel Ángel decidieron saldar la deuda de 2.700 millones que el primero tenía con el club mediante una compensación ficticia con los derechos de cuatro supuestos jugadores de fútbol "que no eran tales".

Gil Marín explicó, según fuentes de la defensa, que el origen de la deuda estuvo en que el Atlético acordó con Hacienda liquidar la deuda mediante la entrega de inmuebles propiedad de los Gil para dejar el débito a cero, pero tras el cambio de Gobierno, Patrimonio del Estado, que debía autorizar la operación, se negó aduciendo que no quería inmuebles como forma de pago. Hacienda se retractó del acuerdo, devolvió los inmuebles y como la deuda subsistía, acordaron liquidarla mediante la venta por parte de Promociones Futbolísticas, empresa de Jesús Gil y Gil, al Atlético de los cuatro jugadores: el nigeriano Abbas Muyiwa Lawal; el senegalés Limamou Mbengue; el angoleño Bernardo Matías Djuana; y el brasileño Maximiliano de Oliveira.

Según la Fiscalía, sólo el primero tiene categoría de jugador profesional, permanece en el segundo equipo y su valor es "extraordinariamente inferior a todas luces a los 1.000 millones que hicieron pagar los Gil por él al Atlético". De los demás, el fiscal duda incluso que sean jugadores, aunque de Maximiliano Oliveira se pregunta cómo es posible que el Atlético pagase 1100 millones por él cuando sus hipotéticos derechos federativos le pertenecían desde la temporada anterior.

Gil Marín, sin embargo, replicó que los cuatro "valen lo que se ha pagado por ellos". Añadió que eran "jóvenes promesas", y que los técnicos del club aconsejaron los fichajes.

"¿Que he pagado mucho? No lo sé. Con que sólo uno de ellos triunfe y salga bueno ya amortizas a todos los demás", se justificó Gil, que replicó al fiscal : "En todo caso, déjeme usted mi derecho a equivocarme".

Sobreprecio por Bogdanovic

Gil se extendió en ejemplos sobre su aserto: "Compramos a José Mari por 150 millones y lo vendimos por 3.300". Y al contrario: "La Roma compró un chaval de 18 años por 3.000 millones y ahora no lo coloca ni por 300". El fiscal Carlos Castresana eludió entrar a debatir con Gil Marín el precio de los jugadores. Según fuentes presentes en la declaración, en la fase de prueba ya habrá testigos, peritos e informes que permitan evaluar ese aspecto.

Sin embargo, Castresana consiguió que Gil Marín admitiese que se había pagado un sobreprecio por Bogdanovic, que había "contraprestaciones que no estaban en el contrato". El director general del Atlético reconoció que se ajustó el precio -2.900 millones-, con la empresa holandesa Van Doorn, especializada en negociar los derechos federativos de los jugadores con los clubes al margen del periodo de seis meses de contrato en que la FIFA prohíbe negociar. Gil volvió a apelar a que era imposible saber por anticipado si se iba a pagar demasiado por Bogdanovic , pero añadió que "para poder entrar en ese mercado, los holandeses te obligan a operar por lotes; o todo el lote o nada." Para hacerse con Bogdanovic había que optar a otros jugadores de futuro. Dio un par de nombres y antes de seguir pidió que no se reprodujeran los demás "para no fastidiar futuras adquisiciones". Diversas fuentes apuntaron luego al italiano Nesta (Lazio) y al portugués Dani (Ajax).

Sobre el checo Radek Bejbl, dijo, en cambio, que valía lo que se pagó por él (1.500 millones). Gil insisitó en que todas las operaciones contables realizadas a partir de noviembre de 1992 en que él llegó al club son correctas.

El fiscal Carlos Castresana, de acuerdo con el criterio del juez, se abstuvo de solicitar eventuales medias cautelares, -fianza o prisión- que se reservó hasta que declaren el resto de los imputados.

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