Cordura en clave de sol
Llegan las vacaciones. Llega el fin de semana. Llega un puente o llega Semana Santa. La reacción, lejos de expresar alegría, ansiedad y ganas de acelerar las agujas del reloj, es de resignación y tristeza ante lo que se avecina: más trabajo, más dedicación y atención plena hacia el hijo, el hermano o el nieto que padece algún tipo de discapacidad psíquica. "Soy psicóloga escolar y llevo años oyendo a los padres que tienen hijos con este problema lamentarse del fin de semana horroroso que habían tenido", explica Isabel Guirao. Con la fuerza acumulada tras años de silencio, de abnegación y dedicación sin recompensa, cinco mujeres fundaron en Almería la asociación A Toda Vela. El propósito era tan sencillo como ambicioso: propiciar un tiempo propio de ocio para niños y jóvenes con discapacidad psíquica que permanecen en casa solos, sin proyectos propios de futuro y "aflojar" los lazos que les unen con sus padres.
Tres años después, muchos de ellos asistieron a su primera fiesta de Nochevieja en el local de la asociación de vecinos de un barrio que ya los conoce. Superados los propósitos de funcionamiento en fines de semana y vacaciones, A Toda Vela inicia ahora una fase de mayor calado y destinada a jóvenes veinteañeros y en días laborables: el Centro de Animación. "Se trata de ofertar actividades para estos chicos una vez que el sistema educativo no tiene ya programas para ellos. Pretendemos que sea un centro de puertas para afuera", explica Guirao.
Una importante inyección económica para abordar con fuerza el nuevo reto se antojaba vital. Por eso Jaime, un miembro de la asociación y padre de un chico con síndrome de Down, no dudó en llamar a su amigo Tomatito y pedirle un favorcillo. "Él lo propuso y nosotros, por supuesto, le dijimos que lo intentara. Vino unas semanas después diciendo que en diciembre no podía, que estaba de gira, que tendría que ser en enero. Nosotras le dijimos que no se apurara, lejos de pensar que se haría realidad. Hasta que con 17 días de antelación Jaime nos dijo: "Oye, que el Tomate puede el 10 de enero"".
El Auditorio Maestro Padilla presentaba la noche del lunes un lleno casi absoluto. Las 2.000 y 2.500 pesetas pagadas por el público, más la fila cero, han dejado en las arcas de A Toda Vela alrededor de un millón de pesetas que se invertirán en ilusión y actividades creativas para sus chavales.
Esa misma noche José Fernández, Tomatito, recibía en el escenario la distinción de la Vela Dorada, una acuarela que la asociación concede cada año a quienes le ofrecen su colaboración y que escenifica un barco rojo de pasión con una vela verde de esperanza que, bajo una nube negra, brega hacia un mundo nuevo y desconocido. También recibieron el galardón la asociación de vecinos de Nueva Almería y el músico Manuel Salas.
Las alegrías y bulerías de Tomatito, acompañadas por el cante de El Potito, las palmas de Ramón Porrina, el baile de Joselito y el violín de Bernardo Parrilla, colmaron al auditorio del mismo arte y talento que los 300 voluntarios de A Toda Vela muestran en el día a día hacia los más de 100 chavales inscritos con problemas de discapacidad psíquica.
Tomatito, que advirtió desde el principio de que no hablaría, adelantó antes del concierto, casi sin saberlo, la razón de ser de colectivos de este tipo: "Si la vida te va bien y estás feliz y puedes hacer algo por los demás, ¿por qué no vas a mostrar algo de solidaridad?. Lo hice con Médicos del Mundo en Granada y tenía ganas de hacer algo para mi tierra".
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