Pronóstico
ADOLF BELTRAN
Zaplana quiere reagrupar a la derecha. Mejor dicho, pretende reagrupar su voto, extraerle el máximo rendimiento, toda la utilidad. Su oferta a los regionalistas de Unión Valenciana para que concurran en las listas del PP renunciando a sus siglas, sólo por el hecho de ser formulada debilita y divide un poco más a la formación que lidera José María Chiquillo. En las próximas elecciones generales, el partido del presidente de la Generalitat busca la goleada. Le salió bien la apuesta en las autonómicas y logró dejar a UV, hasta entonces un socio de gobierno que había demostrado la avidez de un parásito, fuera del Parlamento. Ahora se trata de acabar de digerir su maltrecho espacio político. Zaplana diseña un bloque compacto para devorar los cuatro escaños que entrarán en el sorteo de los comicios de marzo (los tres que ahora tiene Esquerra Unida y el de la propia UV) y deshacer, así, el empate a 16 diputados entre la derecha y la izquierda de hace cuatro años. El presidente va a por todas. Frente a él, EU parece que ya hará bastante si conserva un diputado por Valencia, y el PSPV-PSOE, ocupado disciplinariamente por el principal responsable de su crisis interna y cabeza de cartel, Ciprià Ciscar, es incapaz de escenificar reagrupamiento alguno del voto a su alrededor, lo que hace inverosímil cualquier remontada. En sus proximidades, el Bloc Nacionalista Valencià, con su congreso de refundación de finales de enero y la plataforma Valencians pel Canvi, cuyas resonancias a Maragall se limitan al nombre, busca la representación parlamentaria que no alcanzó por poco en las elecciones autonómicas. Los nacionalistas dejan el discurso ambiguo de partido bisagra para tender las redes en el caladero de votantes frustrados, desengañados, furiosos ante la involución de los socialistas valencianos, ya que el perfil sociológico de los electores de ambas formaciones se asemeja muchísimo, como revelan los estudios de que dispone el Consell. En esas condiciones, no es necesario un profeta para pronosticar que el resultado no será precisamente un éxito de las fuerzas de progreso, o que la recia personalidad de Joaquín Almunia y el carisma de Carmen Alborch poco podrán hacer para conjurar el desastre.
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