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Crónica de un ocaso

No cometería atropello alguno si afirmase que el PSOE no jugó hasta la transición un papel destacado en el sistema político español, ni mentiría si dijese que hasta tal fecha solamente fue un partido de notables, a excepción tal vez hecha de su raigambre en Sevilla y Bilbao. De la misma manera, tampoco faltaría a la verdad si apuntase que todo este devenir cambió con la lenta agonía del dictador y que desde entonces la familia socialista se reservó un ineludible papel de protagonista en la política española.En efecto, el PSOE fue capaz de vertebrar una mayoría social, más allá de los estrictos límites de la socialdemocracia. Y esto se debió en parte tanto a sus de sobra conocidos contactos internacionales como a su contrastada habilidad en gestionar desde el interior la reconstrucción del partido y al carisma excepcional de su líder, Felipe González. Sin duda, toda esta metamorfosis fue posible gracias a la creencia generalizada de que sin una democracia de corte occidental, "burguesa" según el lenguaje de la época, no había nada que hacer. Tesis, ésta, que el PC ya defendió en 1956 y que la experiencia traumática de la guerra y la eclosión económica de los 60, que gestaron las nuevas clases medias españolas, reforzó en el cuerpo social español.

El auto de la "revolución liberal española" consiguió reunir en un mismo paraguas a muchos sectores que convencidos de la bondad de la propuesta aplazaron, tácticamente y sólo de momento, sus planteamientos políticos a largo término. Así, a su núcleo duro socialdemócrata se le unió la tradición milenarista de la España asistencial. También se le adhirieron los nacionalismos periféricos más débiles pensando que con la simple modificación de las estructuras del estado podrían empezar a andar. Y, como no, las clases medias y las capas ilustradas, asustadas por una derecha heredera del franquismo y seducidas personalmente por González. De esta suma se conformó una coalición social, heterogénea, amplia y mayoritaria con el mínimo común denominador de situar el estado en la senda del progreso y la democracia. En el País Valenciano, el PSPV-PSOE también supo sumar una amplia coalición que abarcó desde el viejo blasquismo, la tradición de Largo Caballero, las clases medias, ex activistas de extrema izquierda hasta pragmáticos nacionalistas de corte fusteriano. Coalición que también copó las riendas del poder, consiguiendo al igual que su matriz española lo que Jordi Pujol intentó plasmar en un principio en aquella Convergència Democràtica, de tintes socialdemócratas. Es decir, que todos los sectores demócratas del país firmaran un pacto de mínimos, visualizado en aquel conocido eslogan de "Por el Cambio". Cambio que aun siendo liderado por el PSOE entusiasmó a una mayoría más amplia que los diez millones de votantes socialistas.

Una vez consolidado este pequeño pero sólido Estado del Bienestar, una vez asegurado el progreso económico y la inserción de España en las estructuras europeas, esta gran coalición social comenzó a resquebrajarse. El PSOE dejó de ser un instrumento útil para estos sectores, que empezaron a buscar formas autónomas de expresión política que les permitieran gozar de voz propia en la sociedad, cada una con su especificidad y características propias. Así, se han vivido procesos de este tipo en Canarias (CC), Galicia (BNG), Aragón (CHA y PAR), Cataluña (ERC y el conglomerado socialista), Baleares (PSM, UM y Els Verds) y también en el conjunto del estado, donde el PCE a través de IU ha ido recuperando su espacio prestado desde el 1982 al PSOE. Por otro lado, el recambio generacional del PP le ha permitido reagrupar todo el voto de derecha y penetrar en escuálidos sectores del centro.

Ahora bien, no se trata solamente de una recomposición estricta de fuerzas: la propia vida democrática, la obra de gobierno socialista y la intensa actividad cívica desplegada por algunos grupos sociales han transformado la fisonomía de la sociedad española. Y con especial intensidad la del País Valenciano, donde el nacionalismo ha dado apoyo político intermitente al PSOE a cambio de que este abriera pequeñas brechas desde donde se ha actuado con especial énfasis en el campo de la educación.

Este escenario que se ha configurado ha puesto al PSPV-PSOE en una encrucijada o bien se refundaba como un partido que respondiera a los cambios de la sociedad valenciana o bien se anclaba en el pasado. No sin dudas ni luchas internas, el PSPV ha escogido el segundo camino. El más cómodo, porque le mantiene una base electoral sólida, relativamente alta y poco exigente, lo que ha dejado a muchos sectores totalmente huérfanos de representación política y lo que es peor: ha dejado al país sin una alternativa consistente a la hegemonía popular. La senda que ha escogido el PSPV ya no tiene retorno. Nunca más podrá ser un partido con vocación de gobierno ni mucho menos con voluntad de transformación y de progreso. Este país necesita crear sin más demora un instrumento político que permita a medio plazo no sólo desbancar al Partido Popular del gobierno sino responder con ideas nuevas e ilusión a los retos que tiene planteados este país. Pero esto es harina de otro costal, que entre todos hemos de discutir, aportando lo mejor de nosotros mismos.

Pere Mayor es portavoz del Bloc Nacionalista Valencià

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