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Reportaje:

Muñecos testigos de la historia

Antonio Plá, un feriante de Xátiva (Valencia), tuvo en 1900 la ocurrencia de crear un teatro de marionetas articuladas que se movían a través de un sistema mecánico y un pequeño motor. Según el siglo avanzaba a trompicones, Plá construía sus muñecos con sus articulaciones móviles y presentaba escenas de época cargadas de crítica social; casi todas señalaban con acidez la modernidad que poco a poco acechaba.Entonces sólo existían tres teatros de autómatas en España, y ninguno fuera de sus fronteras. Hoy sólo queda el que construyó Plá, que, tras pasar de feriante en feriante, cayó en las manos de un hombre de teatro y titiritero, Gonzalo Cañas, que lo pasea allá donde le contratan como una máquina del tiempo que rememora la época de los bisabuelos.

Las ocho viñetas, como hornacinas donde los autómatas actúan, representan las críticas, de tono machista, a los cambios de costumbres. En ellas se pone en tela de juicio la aparición de las peluquerías para mujeres, las novelas rosa y las terturlias femeninas, mientras el hombre prepara el café en la cocina. "Eran otros tiempos, pero, al fin y al cabo, nuestros", señala Cañas.

A los autómatas de Cañas, estos tiempos no se lo ponen fácil. Sabe que pasear esta barraca de principios de siglo no es un negocio lucrativo, sino "puro romanticismo".

El teatro sólo puede hacer 80 funciones al año; el resto de los días se lo pasan "montando, desmontando y viajando". El camión de transporte es también la carpa que acoge las escenas con los muñecos y, por seguridad, sólo puede circular a 50 kilómetros por hora.

Además, por cada día de trabajo necesitan otros cuatro, dos antes de la función y dos después, para montar y desmontar todo el tinglado. Estas navidades los autómatas las han pasado en Arganda (29.800 habitantes). Los gastos de montaje, seguros y manutención han ascendido a 400.000 pesetas, a descontar de las 800.000 de la subvención municipal. En sólo tres días han pasado por el Teatro de Autómatas 3.000 personas. Hoy levantan la barraca y se trasladan a Valladolid. Cañas asegura que el público ha respondido a sus expectativas y que tal cantidad de gente significa que la sociedad sigue teniendo "curiosidad por recordar la historia". Pero, aun así, está convencido de que esta vida itinerante es muy dura para una joya de la cultura mediterránea, y que con los años que tiene y sus características, lo mejor sería "jubilarlo" y buscarle un descanso "digno" en algún museo. "Este espectáculo fue construido hace más de un siglo, y con estos trotes se puede deteriorar".

Cañas está convencido de que el Teatro de Autómatas fue en su día precursor de lo que hoy son grandes parques temáticos y de ocio, y que es a las administraciones a quienes corresponde "preservarlo como bien cultural".

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