_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Túbal va de milenio

LUIS DANIEL IZPIZUA

Estoy empachado. No de turrón, sino de vasquidad. Y todavía queda lo del milenio, aunque no sé si a los vascos nos corresponde celebrarlo. Es de conocimiento universal que los vascos, como las focas, no datamos. El resto de los humanos acaeció más tarde. Brotaron, de pronto. Y todos tenían ya su carnet de identidad en regla. Justo lo que nos faltaba a nosotros, tal vez por haber nacido demasiado pronto, mucho antes de que se inventara el plástico. De ahí que ignoremos nuestra fecha de nacimiento, y que nuestro calendario propio, nuestro euskal egutegia, sea de importación. Claro que tal dejación supone un agravio a nuestra civilización, a nuestra mismidad, y un desprecio a nuestros antepasados. ¡Y qué agravio! Hemos adoptado como fecha liminar la que celebra a uno de nuestros mayores enemigos. ¡Y en plena época romana! Es evidente que urge cambiarla.

Optar por una fecha en el infinito puede ser como hurgar entre las motas que pueda ver un ciego. Lo sé. Pero expertos habrá, pues hay expertos para todo, que puedan fijar, por ejemplo, la fecha de la destrucción de Babel y determinar así el año en que Túbal inició su hégira, el viaje que lo condujo hasta nosotros. De él dijeron que nacimos. Pero no me pregunten por Túbal. No sé nada de él; en realidad, nunca me interesó. Tengo amigos que se ocupan de esas cosas, y a veces hasta suelen recabar mi opinión. En esas ocasiones hago lo que puedo, pero siempre les reconozco el mérito de sacrificar su vida en esas asperezas. Prefiero un verso del Orlando furioso a todo lo que se haya podido escribir sobre Túbal. Recuerdo que en la mili me propuse leer a Barandiaran, pero no terminaba de leer una página y ya me pasaba a Henry James. Lo del cura me resultaba aburridísimo. Siempre había alguna chica a la que se la llevaba un demonio por salir de noche. Yo acababa preguntándome si aquel demonio no sería don Juan. Y eso me consolaba.

Mis amigos, sin embargo, insisten en que todas esas historias son importantes para comprender este cisco en el que andamos metidos. Y puede que tengan razón. A mí lo que me sorprende de todos esos teóricos del tubalismo es que pudieran dedicar tanto esfuerzo en pleno siglo XVI a teorías tan estrambóticas y, sobre todo, que pudiera haber quien les diera crédito. Pensamientos pequeños, que son los que siempre nos han caracterizado. Y pensamientos interesados, que son también los que siempre nos han caracterizado, pues toda esa apologética de tufo antisemita se montó para conseguir privilegios. Los que se han escapado de esa pequeñez, nos guste más o menos su pensamiento -Loyola, Unamuno-, siempre han terminado escapándose del todo. Aquí no conviene dejar de arañar brumas -llámense Túbal o Paleolítico Superior- para acabar arañando bolsas. O para terminar arañándonos unos a otros, que es para lo que dan de sí las brumas últimamente.

De modo que no sé nada de Túbal. Y no sólo de él, pues casi puedo asegurar que sólo sé que no sé nada, por lo que ignoro si me estoy convirtiendo en Sócrates o en un idiota. Lo segundo podría ser una buena solución. Leo, como ayuda, unas declaraciones del señor Eguiguren sobre los derechos históricos, y el estado seráfico en que me dejan no sé si es debido al champán o a que ya no tengo remedio. Yo sigo apostando por lo segundo, pues siempre estuve convencido de que no se podía salir indemne de esta zambra. No sé. A mí con los derechos históricos me pasa lo mismo que con Túbal, pero de igual forma que hay expertos en Babel, los habrá también en ellos y sabrán aclararnos. Lo que me maravilla es que pueda estar dispuesto a aceptar, tan ricamente, que unos derechos históricos imprecisamente sacrales puedan, en última instancia, imponerse a la voluntad ciudadana. O que se conviertan en el fondo oscuro, en el origen que fundamenta a esa voluntad. Es como el Alarde de Hondarribia elevado a teoría política. Aún me maravilla más que el principal defensor de esa solución sea un burukide socialista. Mas todo sea por la concordia. Y mayor maravilla resulta si pensamos que el grupo al que hay que concordar con ella es un sedicente grupo de ultraizquierda. Asombro sobre asombro. Pero Túbal puede realizar prodigios el próximo milenio.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_