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El AVE local

PACO MARISCAL

El AVE no pasará por Xinquer, ni por Castell de Cabres ni por el Mas de les Oronetes. Ni falta que hace. El tren de alta velocidad no es un tranvía, musitó José María Aznar con sorna inusual en su retórica, y habría que añadir que en caseríos deshabitados o de escasa población no hace falta tampoco el tranvía. Xinquer o Jinquer, por ejemplo, es una estampa bucólica y deshabitada en la frontera serrana del valenciano y el castellano con deje aragonés por donde la Sierra de Espadán. En Xinquer la tasa de paro es cero y los problemas de tráfico nulos. A principios del XX vivían allí algunas decenas de vecinos, y hoy nadie abre las puertas de las casas abandonadas en aquellas lomas agrestes y la retama, la coscoja, las aliagas, las zarzas y zarzaparrillas, las adelfas y los madroños, y hasta los pinos negros invaden las románticas ruinas. En los alrededores de Xinquer sobrevive quizás el último de los bosquecillos de castaños dulces del País Valenciano, que tampoco necesita el paso del AVE.

Los trenes de alta velocidad unen los grandes núcleos de población en el menor tiempo posible, y eso es racionalidad. Como racionalidad es el que se busque el camino más recto, que es el más corto entre dos puntos, y racionalidad es que el impacto medioambiental sea el más suave posible. Lo lógico y racional, pues, sería que un trazado peninsular del AVE uniera con rapidez Valencia con Madrid y Madrid con Lisboa. Mediterráneo y Atlántico unidos, y no por el Estrecho.

Y estrecho y aldeano, sin el romanticismo de las ruinas de Xinquer, es pretender que el AVE pase por nuestro pueblo o nuestros pueblos. José Bono, patriota manchego, quiere que el AVE articule sus soleadas ciudades de tipo medio. En Castellón se le altera la sangre a un sector de nuestra derecha tantas cuantas veces se le olvida al ministro Arias Salgado unir los nombres de Castellón y el AVE de Madrid. Pero el diligente Bono y la derecha provinciana de Castellón, cuyo guía es Carlos Fabra, no desconocen el abismo que separa la racionalidad de un aldeanismo estrecho que provoca la sorna del mismísimo José María Aznar.

Con argumentos económicos, sociales y medioambientales sobre la mesa, en Castellón se debería reivindicar la liberalización del peaje en la A-7 y facilitar así los accesos, y la comunicación rápida, al aeropuerto de Manises, pongamos por caso, en lugar de echar más cemento en pistas innecesarias por donde las comarcas interiores. Ganaríamos todos: la ciudadanía y la escasa tierra que nos queda por asfaltar. Y cuestión muy distinta también sería que la derecha de Castellón propusiese el trazado de una línea de trenes de alta velocidad que cubriese el llamado arco mediterráneo, siguiendo geográficamente el trayecto de la Via Augusta. A lo mejor esa propuesta le congelaba la sorna a José María Aznar, pues tendría racionalidad económica y tendría, además, sus dosis de integración europea.

Por su parte, José Bono evitaría la sorna del presidente nacional del PP si cayese en la cuenta de la densidad de población existente en la cuenca mediterránea y la densidad en la extensas tierras manchegas: la sexta provincia manchega más poblada es valenciana y trabaja y disfruta entre nosotros. Porque racionalidad y aldeanismo no casan. Y para localismos, mejor quedarnos con la estampa romántica de Xinquer.

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