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NEGRITASJulián Urbano, subdelegado del Gobierno en Granada, felicita la Navidad con obra propia. El común de los mortales intercambia palabras, palmadas en la espalda y una vaga euforia semejante. Urbano en lugar de enviar la reproducción de un pastorcico con un cordero lechal, o de un paisaje nevado pintado con el pie, envía sus propias creaciones. En su primera Navidad en Granada nos mandó una memorable felicitación presidida por un bebé dormido y satisfecho pero dotado, y aquí vino la sorpresa, de cierto aire de familia. Pocos conocían entonces su vocación de pintor y, mucho menos, sus años bohemios en París. Aquel niño no era el Niño Jesús, sino el suyo propio, al que por entonces ya le faltaba poco para entrar en quintas. Un servidor, después del descubrimiento, escribió un artículo que titulé, imbuido por el mismo espíritu navideño, Dime niño de quién eres.

Este año Urbano nos envía una castiza reproducción del mirador de San Nicolás, pintado en 1979, esto es, sin la desproporcionada recomendación de Bill Clinton y sin el monolito. Para resaltar el costumbrismo de la imagen, Urbano ha colocado tres burros alrededor de una cruz de piedra y cerca de la recua a una gitana que, suponemos, será el arriero. O la mujer del arriero. Hay otros personajes en el retablo, pero el que más llama la atención es el que aparece a la izquierda, compartiendo el banco con un anciano contrahecho a causa del reúma, pues guarda un parecido notable con Gabriel Díaz Berbel, salvo que el del cuadro tiene un aspecto más forzudo, como de leñador del Canadá, una mezcla de Hemingway y del llorado abuelo de Heidi. ¿Sería una premonición artística del triunfo del PP en las elecciones de 1994? ¿O realmente Urbano retrató a Berbel que aguardaba ya entonces la llegada del presidente de los Estados Unidos?

La Navidad, nadie lo ignora, es periodo propicio para el sentimentalismo y la melancolía. Antonio Robles, presidente de la Cámara de Comercio de Granada, ha declarado: "Me dan ganas de llorar". ¿Por qué pena Robles? El presidente de los comerciantes no llora por el infanticidio de Herodes ni por el frío de Belén, sino por la lentitud de la autovía de Motril. ¿Qué va a ser del sempiterno lamento granadino ahora que el concejal Jesús Valenzuela va a suprimir el festival de tango? ¡La vida, ay, dice el cantor, es una cebolla y hay que pelarla llorando!

ALEJANDRO V. GARCÍA

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