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Desenlace

VICENT FRANCH

Me suele ocasionar incomodidad que al escribir o pontificar sobre hipótesis políticas que se barajan por unos y por otros sin demasiada concreción, al final, acierte al cien por cien en un vaticinio atrevido, porque, en resumidas cuentas, en esa tesitura, uno tiene la tentación de caer en la mala conciencia de sentirse culpable cuando el desenlace se confunde con el propio deseo, o cuando quien te lee, en el fondo, lo que entiende es que tus dudas sólo eran prejuicios.

Pues bien, nada de eso me ha sucedido. Cuando escribí sobre la Entesa, la primera vez para advertir a los partidos menores valencianos interesados en el acuerdo de candidaturas conjuntas con el PSOE al Senado que la polarización que se avecina en las próximas generales les podía literalmente laminar, y la otra, la víspera del día de la reunión donde definitivamente se dijo adiós a las negociaciones, para dudar sinceramente de que el PSOE de aquí tuviera intención de hacer de pal de paller mediante la oferta de un programa avanzado detrás de un acuerdo generoso, expresé razones objetivas, primero, y dudas razonables, después sobre la necesidad de enderezar el espacio plural de las izquierdas valencianas, teniendo en cuenta un dato esencial que en una y en otra ocasión quedó fuera de los enunciados.

Para mí, y supongo que para cuantos estén preocupados por la desorientación teórica y práctica de las fuerzas del centro-izquierda e izquierda valencianas, lo que cuenta es que si el supuesto que traté (según el cual el PSOE, consciente de que a su izquierda nadie es hoy por hoy alternativa, confiaría su suerte en esperar que el PP se caiga solo y, por ello, podría no tener ningún interés en propiciar algo nuevo y dotado de contenido para competir con el centro-derecha), respondía a la realidad, el futuro estaría perfectamente trazado: No habrá renovación en el PSOE, y ya no sólo por incapacidad orgánica -que es lo que traduce su espectáculo permanente de cainismo e irresponsabilidad política-, sino por expreso deseo de unos coroneles dispuestos a condenarnos a lo inevitable a manos de lo obvio.

Aunque no lo admitan, la incapacidad política que muestra su errático deambular de reinas destronadas es, además, un calculado e interesado posicionamiento en el yermo ideológico del conjunto de la izquierda.

Y no sería ético cerrar la argumentación sin consignar otras responsabilidades en este vodevil bufonesco: El resto de fuerzas de la izquierda valenciana difícilmente pueden constituir un punto de partida para la renovación discursiva y práctica del maltrecho ideario de las revoluciones pendientes. Ni el PDNE, que está cómodamente preso en las redes del PSOE, ni EU, que sufre en carne propia el descalabro del sectarismo del PCE en su seno, ni EV, que es sólo una entelequia admirable sin huestes, ni, finalmente, el BNV, que ha envejecido a la carrera sin conocer la dicha de algún premio caritativo de consolación, pueden por sí, cada uno de ellos, enarbolar el estandarte de algo nuevo. Y ese, es el verdadero drama de la izquierda, de las izquierdas estatales o autóctonas.

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Ante ese panorama, estaba cantado, como ha escrito hace unos días Pere Mayor, un líder que siempre mereció mejor suerte, que los cálculos del PSOE, o de quien demonios mande en esa empresa pasan por despreciar a todos para evitar despreciarse a sí mismo. Mal asunto.

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