Espacios y estilos políticos JORDI SÁNCHEZ
El anuncio de una candidatura conjunta de la izquierda catalana para las próximas elecciones es una buena noticia. No sólo porque de consumarse esa coalición la izquierda catalanista y nacionalista va a obtener una mayor representación que presentándose por separado, sino porque ese acuerdo viene a corregir una situación de incomunicación y tensión entre esas formaciones, especialmente de ERC e IC-V y también de ERC y el PSC. La importancia relativa que el Senado tiene como institución (comparándola con el Congreso de los Diputados y con el propio Parlament de Catalunya) ha tenido por primera vez efectos positivos. Estoy convencido que si el Senado tuviera en el conjunto del sistema y para el electorado un espacio más central, esa coalición tampoco hubiera sido posible. Entre otras cuestiones, porque el margen de maniobra de unos, especialmente el PSC, hubiera sido más limitado y la preocupación por la equidistancia de otros, concretamente ERC, hubiera condicionado en exceso llegar al acuerdo. No trato de menospreciar el acuerdo para el Senado, en absoluto, ni tampoco de relativizarlo, pero simplemente creo que es necesario poner negro sobre blanco sobre qué puede ser y qué puede representar para el futuro de Cataluña ese acuerdo. En esa dirección, lo primero que debemos hacer todos los que apostamos por un acuerdo global de la izquierda para la gobernabilidad de Cataluña es no hacer extrapolaciones en torno al invento de la coalición bajo el riesgo de crear innecesariamente nuevas tensiones y desencuentros entre las tres formaciones que de entrada suscriben el acuerdo. Por mi parte no espero que en la próxima legislatura el Senado se reforme y se convierta en una auténtica Cámara de representación territorial de un Estado plurinacional. No lo espero, aunque lo deseo. Pero mi tendencia a un realismo excesivo en determinados temas, o si se prefiere a un pesimismo ante posibles reformas institucionales y políticas en el Estado, me sitúa en una posición de incredulidad. Ante ese escenario, donde la perspectiva de trabajo para los senadores catalanistas no debe ser precisamente excitante, es posible, sin embargo, apreciar la utilidad del acuerdo de las candidaturas conjuntas para el Senado. El acuerdo para el Senado entre PSC, ERC e IC-V lo debemos entender como una experiencia a través de la cual tres formaciones políticas con perfil propio cada una de ellas y con diferencias notables en algunos puntos deben aprender a trabajar juntas. Si se concreta el acuerdo se dispondrá de un laboratorio muy útil desde donde crear una cultura de la confianza y la complicidad entre la izquierda catalana. Una cultura que en el Parlament de Catalunya no se ha podido crear hasta el momento y que sólo en el ámbito municipal, y no en todos los municipios, podemos encontrar. Incluso, y tomando en consideración cómo se han desarrollado las primeras sesiones en el nuevo Parlament, uno de los primeros compromisos que las tres formaciones deberían tomar es el de blindar el trabajo conjunto en el Senado ante presiones, interferencias y cortocircuitos que pueden llegar del exterior. No me refiero únicamente a los intentos de CiU para abortar esa coalición y para seducir a ERC, sino también a interferencias posibles que se pueden producir por el desencuentro de estas formaciones en el Parlament de Catalunya. Sólo con el compromiso de Maragall, Carod y Ribó de no trasladar al Senado las posibles divergencias puntuales en el Parc de la Ciutadella, lograremos salvar con éxito la experiencia que se nos anuncia. También es cierto que esas divergencias posibles pueden tener un límite y que si alguien lo sobrepasa se deberá reconocer que esta experiencia no tiene sentido.La apuesta del PSC por crear un grupo propio en el Senado al margen del PSOE era necesaria aunque insuficiente. No sólo es una cuestión organizativa sino también de conducta soberana respecto al partido de Almunia en determinadas cuestiones que afectan el reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado y la consolidación del proyecto nacional de Cataluña. Quien más responsabilidad y peso político tiene es también quien más debe ofrecer para permitir que la experiencia conjunta en el Senado sea posible. Y también es razonable reconocer estos esfuerzos y agradecer los mismos no sólo al partido sino también a sus máximos responsables, con el primer secretario a la cabeza. La apuesta para el Senado no conlleva necesariamente nada para el futuro político de Cataluña, pero sí que insinúa estilos políticos y espacios que pueden en un futuro no muy lejano concretarse en nuestro país. Es cierto que los estilos y los espacios pueden ser etéreos y que para que se visualicen ante la opinión pública requieren que alguien los moldee con cierta precisión con la habilidad y el cuidado que hasta el momento nadie ha sabido aún hacer.
Hacer evidente ante la ciudadanía la cultura del consenso ante la del disenso en temas que afectan el reconocimiento nacional de Cataluña y el futuro de nuestro autogobierno es un gran acto de pedagogía política que puede poner al descubierto aquellos que nos ofrecen más que su espacio y su programa como punto de encuentro. Estos últimos días hemos podido observar cómo el propio Pujol parecía ir a remolque en determinados temas de actualización del autogobierno, no sólo ante Carod o Ribó sino incluso ante Maragall. En el debate de investidura y la conmemoración de 20 años de la aprobación del Estatut se pudo apreciar una concreción de Maragall para adaptar el autogobierno a los nuevos retos de Europa y a las insuficiencias que estas dos últimas décadas han puesto al descubierto, que sitúan a Pujol en una posición incómoda y que tienen el riesgo para el president de convertir algunos de sus discursos en simple retórica parlamentaria. El escenario político que se dibuja con el nuevo milenio empieza a insinuarse como la oportunidad para la concreción de espacios y estilos políticos que en este país abandonamos al finalizar la transición. Nuestro país es aún demasiado débil como para seguir renunciando a determinados planteamientos comunes y la izquierda catalanista lleva demasiado tiempo alejada de la Generalitat como para seguir despreciando espacios de colaboración.
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