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Navarro Reverter

SEGUNDO BRU

Mientras 1999 se desliza hacia la noche del falso fin de milenio uno sabe que, como cada año, hay cosas que se propuso hacer y no ha hecho, como ejercer, mira por donde, de justiciero histórico y ya que al final la historia no la escriben los vencedores, menos aún los interinos, sino los que saben escribir (en el sentido más estricto del término: sujeto, verbo y predicado) y resulta que el PP, como Zaplana sabe muy bien, no tiene quien le escriba, más allá de algún mercenario sin credibilidad, hora es ya de romper lo que haga falta en pro de Don Juan Navarro Reverter, que en este país de necrofílicos empedernidos y adictos a fundaciones mortuorias variopintas tuvo que pasar por la ignominia de morirse sin que la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Valencia -que él fundó- recogiese su óbito en la memoria anual de la entidad. Claro es que hablamos de 1924 -hace justo 75 años, magnífica ocasión pues para desagraviarlo- y entonces mandaba el juergista, borrachín y no por ello menos dictador, Primo de Rivera, que acababa de lanzar sus iras sobre todos los prohombres de la Restauración, entre los que ocupaba lugar destacado nuestro Navarro Reverter, pero la Caja de Ahorros, hoy Bancaja, siempre ha tenido claro, como Humpty-Dumpty, que lo importante es saber quien manda.

Navarro Reverter ha sido el valenciano con más poder desde hace algo más de un siglo, así es que olvídense de sus más directos émulos como podían ser Villalonga -cuyo apellido acaba de arrastrar por los suelos un biznieto- o de Abril Martorell, simples aficionados en este juego financiero y político. Cuando Navarro ocupa la primera de sus cuatro carteras ministeriales en Hacienda en 1895, su experiencia científica, empresarial y política difícilmente encontraba ya parangón entre sus contemporáneos. Profesor de la Escuela de Ingenieros de Montes desde 1868, al año de graduarse con el número uno de su promoción. Delegado en la Exposición Universal de Viena -viaje del que dejó constancia en su deliciosa obra Del Turia al Danubio- colabora posteriormente con el financiero valenciano José Campo, otro gran olvidado excepto por la izquierda municipal. De este periodo son la dirección de la Compañía del Gas de Valencia, la fundación de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad y el ferrocarril Carcagente-Gandía-Denia. Luego pasa a dirigir otras empresas, con una remuneración que alcanzaba la entonces astronómica cantidad de 50.000 pesetas anuales. Al mismo tiempo funda la Sociedad Valenciana de Tranvías y construye el ferrocarril de vía estrecha Valencia-Liria. Diputado por el distrito de Segorbe desde 1886, monta la representación española en la Exposición Universal de París y organiza los actos conmemorativos del IV centenario del descubrimiento de América. En ese mismo año, 1892, preside la Comisión Especial de Convenios de Comercio. El ingreso en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, seguido por su entrada en la Real Academia de la Lengua, un último ministerio -ésta vez el de Estado, con Romanones- y la embajada en el Vaticano completan una trayectoria vital impresionante para cualquiera, excepto para nuestra palurda derecha, que tiene su mejor expresión en Zaplana y la Barberá, cuyo horizonte histórico se agota en 1939 a no ser que Aznar disponga lo contrario, como en lo de Cánovas. Claro que Navarro, a más de inglés, hablaba un valenciano inseparable, a su juicio, del catalán. País, paisaje y paisanaje.

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