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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El PNV se divorcia

LO QUE el lunes dijo Aznar a propósito del PNV son, para Arzalluz, "las palabras más brutales que he oído en mi vida política". Fueron fuertes, puede que incluso brutales, pero no más que algunas del propio Arzalluz o de otros dirigentes de su partido. Y en todo caso es incongruente responder a esa ofensa votando contra los Presupuestos. En una cosa tiene razón Arzalluz: los tiempos no están para cortar hilos, sino para anudarlos. Le faltó añadir: entre los demócratas.En una entrevista aparecida la misma semana en la que ETA anunciaría el final de la tregua, Arzalluz acusaba a Aznar de seguir una "línea de guerra y exterminio", y a Mayor Oreja, de subordinar "su acción de ministro a su promoción personal". Para afirmar a continuación: "A mí, lo que más me duele no es que otros no hayan sido más valientes, sino que te linchen. Eso no lo perdonaré nunca". Hay un subjetivismo extremo en la forma como algunos dirigentes del PNV acostumbran a ver la paja en el ojo ajeno. Ya antes de que ETA anunciara el fin del alto el fuego, el mensaje central era que el inmovilismo del Gobierno sería responsable de las desgracias que pudieran acontecer. Ese discurso sí que es ofensivo. Y si de declaraciones brutales se trata, es imposible olvidar las de Egibar insinuando que el secuestrado Ortega Lara podría estar desempeñando alguna "función añadida", o aquellas en las que aseguraba, en plena ofensiva terrorista, temer "más a España que a ETA".

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Aznar se equivocó el lunes, por el momento y por ser quien es. Tal como están las cosas, el presidente del Gobierno está obligado a contar hasta veinte veces veinte antes de cerrar la última puerta en la relación con el nacionalismo vasco. No debe hablar, o dar la impresión de hacerlo, como dirigente del PP o candidato electoral, sino como última instancia capaz de evitar la ruptura.

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Pero rasgarse la túnica por la comparación con Kosovo resulta hipócrita. Precisamente porque el PNV es un partido centenario de tradición democrática merece la deferencia de la sinceridad: el proceso soberanista en que se está embarcando en alianza con el brazo político de ETA y bajo su amenaza puede desembocar en una dinámica balcánica de imposición / exclusión. La mención a Chamberlain y Daladier es una pequeña pedantería de Aznar, que sin duda aspira a ser considerado como un Churchill; pero no es el primero que establece una comparación entre aquel intento de apaciguar a Hitler convalidando su expansionismo y la actitud de quienes tratan de convencer a ETA cediendo a sus exigencias.

El PNV votó contra las enmiendas a la totalidad de los Presupuestos. Negociaba reivindicaciones varias y había obtenido el traspaso de una importante autopista. Estaba en estudio la retirada de varios recursos del Gobierno contra ciertas aplicaciones dudosas del Concierto Vasco: algo considerado como vital por los nacionalistas. Si los presupuestos eran buenos, y ventajosos para los ciudadanos vascos, es absurdo votar en contra en represalia por unas declaraciones políticas de Aznar.

Para gozo de ETA, la bronca sigue. El Pacto de Ajuria Enea nació para evitar que los demócratas, nacionalistas o no, se enzarzasen entre sí cada vez que arreciaba la violencia. Cómo se echa en falta aquel foro.

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