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Tribuna
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Todos fueron Anelka

Santiago Segurola

Detrás del estruendo que provocó la derrota del Madrid frente al Zaragoza, hubo un partido, evidencia que ha pasado desapercibida por la rebolera que se montó después.Se discute la crisis del Madrid desde todos los ángulos, porque todos ofrecen materia suficiente para el análisis. Existen responsabilidades en todos los estamentos del club, pero da la sensación de que el capítulo menos importante es el estrictamente deportivo. Sin duda, el pésimo estado del equipo ha alimentado la gruesa marejada que azota al club en las últimas semanas. En cualquier caso, el Madrid ha vuelto a confirmar su capacidad de distracción. Los problemas en el campo, que se suponen capitales, se convierten en secundarios ante la marejada institucional. Debe ser por la tendencia al escapismo de los jugadores del Madrid, muy poco acostumbrados a asumir su cuota de responsabilidad en esta caída libre.

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Como algunos síntomas sirven de metáfora, no hay síntoma mayor que Anelka para explicar la renuncia de los futbolistas a aceptar el protagonismo en un momento dramático. Anelka ha salido corriendo cuando más se necesitaba el tirón de una estrella. Puede ser joven, puede tener problemas de adaptación, puede vivir con angustia su llegada a uno de los clubes más exigentes del planeta. Ningún futbolista está exento de padecer dificultades de gran calibre. Y menos que nadie, las estrellas. Con la salvedad de que las estrellas lo son por algo: porque son capaces de elevarse sobre las dificultades para ejercer el liderazgo en sus equipos. Anelka ha dimitido de su papel y, salvo novedades que por ahora se antojan imposibles, habrá que retirarle el cartel de estrella. Y concederle el de maestro en fugas.

Anelka es, por elevación, el jugador que representa el carácter de la plantilla del Madrid, acostumbrada a huir por las rendijas cuando vienen mal dadas. El partido con el Zaragoza representó fielmente la dejación de responsabilidades del equipo. Fue una derrota humillante porque al Madrid le importó bien poco la humillación.

El Zaragoza jugó el encuentro perfecto. A su maravillosa actuación se debe un resultado incontestable. Claro que también el Madrid se reservó un papel relevante en su catástrofe. En un partido que se antojaba crucial, todos fueron Anelka. Se dieron a la fuga ante las dificultades. Había problemas futbolísticos en el campo -hasta el punto de aceptarse que varios jugadores no disponen de las condiciones mínimas para ocupar un puesto en el Madrid- y se apreciaba una superioridad del Zaragoza en todos los órdenes, cuestión que explica la bajísima clasificación. De un equipo que sólo ha ganado un partido en Chamartín, sólo puede decirse que tiene bien merecida la plaza que ocupa. Pero lo peor del Madrid no es su pésimo juego. Su extrema indolencia sirvió más que ninguna otra cosa para ofrecer un retrato del equipo, uno que ha entrado en barrena y parece importarle muy poco la situación. Un equipo que el sábado vivió el partido como Anelka.

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