_
_
_
_
_

Las heridas abiertas del Cáucaso

Mutilados y lisiados de las dos guerras de Chechenia recuerdan el horror en un hospital militar de Moscú

Las élites políticas y militares rusas son los pacientes habituales del hospital militar número 6 de Moscú, pero este centro, el mejor del país para rehabilitaciones complejas, tanto físicas como psicológicas, cede parte de sus camas para atender a los heridos (sobre todo mutilados) de Afganistán y las diversas guerras provocadas por la descomposición de la Unión Soviética. Los dos conflictos bélicos de Chechenia han traído hasta aquí a decenas, tal vez centenares, de heridos en combate, casi siempre a la espera de prótesis que les permitan valerse por sí mismos.De la campaña actual han llegado unos 20 soldados y oficiales, según explica el teniente coronel Alexandr Ivanov, subdirector del centro. A veces, proceden directamente de hospitales de Vladikavkaz o Mozdok, en la zona de conflicto; otras, del hospital moscovita de Burdenko, donde se someten a operaciones complicadas que han de continuarse con una larga rehabilitación.

Más información
Una mina en la oscuridad

Según Ivanov, muchos de ellos son víctimas de los francotiradores. "Los chechenos", afirman, "reclutan como mercenarios a campeones de tiro ucranios o bálticos. Hay mujeres entre ellos. Estos individuos causan, con sus métodos traicioneros y cobardes, un gran número de bajas".

Cada paciente tiene una historia que contar. Puede ser de heroísmo, pero también de búsqueda de experiencias, de la peligrosa rutina de la guerra y de errores incomprensibles.

- Guennadi Semiónov, el precio de una experiencia

Guennadi Semiónov, que cumple hoy 20 años, se presentó voluntario para luchar en Chechenia cuando había cumplido ya 12 meses de servicio militar. Nacido en la República de Chuvasia, cuarto de una familia de seis hermanos, ganaba apenas 200 pesetas mensuales y se sintió atraído, tal vez, por las 5.000 que iba a cobrar en la zona de combate. Pero él da otro motivo: "Había oído muchas historias de la otra guerra y quería verlo con mis propios ojos".Guennadi espera una prótesis que le permita recuperar el movimiento de su brazo derecho, amputado tras ser herido el 26 de octubre cerca de Gudermés. En su memoria ha logrado articular esta secuencia: la orden de su comandante de prepararse para la acción, una trinchera, un tiroteo, un fuego delante de él, una incapacidad inicial para gritar seguida de un grito terrible, una evacuación urgente y una operación en Mozdok (Osetia del Norte). Antes de ser reclutado trabajó como chófer. Ahora, no tiene claro lo que hará con su vida. Ni siquiera sabe la reacción de su novia, a la que escribió contando lo sucedido. Aún no ha tenido respuesta. Algo tiene claro: "No quiero regresar al Ejército".

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

- Guennadi Kislov: vida después de la muerte

El 31 de mayo de 1995. Guennadi Kislov formaba parte de una "carga 200" y resucitó de entre los muertos. Nacido hace 38 años en Vitebsk, su padre se fue un día de casa sin avisar. A su madre, alcohólica, le privaron de la tutela. Él se crió en un orfanato y, casi sin transición, ingresó en el Ejército. No está casado, aunque tiene una hija. Tampoco tiene piso. Comparte con dos compañeros una habitación de residencia de Smolensk. Es sargento mayor. Gana unas 9.000 pesetas al mes. Un cuartel es lo más parecido a un hogar que ha llegado jamás a tener. Ha combatido en Afganistán, Moldavia, Chechenia y Tayikistán.Fue herido dos veces en Chechenia, ambas en 1995, por disparos de francotiradores. Pero fue la primera la que le valió la Orden al Valor, que suma a las dos Estrellas Rojas ganadas en Afganistán.

Esto es lo que recuerda de la noche del 31 de mayo: "Mi unidad, la 245, combatía cerca de Vedenó cuando el comandante resultó herido por un francotirador. Con varios compañeros, acudí al rescate, pero también fui alcanzado. Estuvimos un buen rato aislados del grueso de la unidad. Luego nos subieron a un helicóptero pero, a unos 50 metros de altura, fue derribado. Finalmente, nos evacuaron en otro helicóptero. Me iban a operar en un hospital de campaña de Shalí".

Su memoria no va más allá. Guennadi tenía múltiples heridas, una de ellas en el corazón y durante la intervención se dictaminó su muerte clínica. Su cuerpo se metió en un saco de plástico negro y, junto a varios más con cadáveres, se subió a un helicóptero. Era lo que se conoce como "carga 200". Un miembro de la tripulación vio que el saco de Guennadi subía y bajaba. Se corrió la cremallera, el cadáver abrió los ojos, y se desmayó. Empezaba su segunda vida. Tras recuperarse, se reincorporó al servicio, y el 8 de diciembre, volvió a ser herido, en una mano. Luego fue a Tayikistán. Y ahora quiere volver a Chechenia.

- Alexéi Chaguin, víctima del fuego amigo

El capitán Alexéi Chaguin, de 28 años, mutilado, es una prueba viviente de que la primera guerra de Chechenia no acabó del todo en 1996 y de que el fuego amigo puede ser más peligroso en ocasiones que el enemigo.Alexéi, licenciado de un instituto politécnico, siempre quiso ser militar, pero no se enroló hasta 1996. Dos años más tarde, el 16 de abril de 1998, escoltaba a inspectores militares rusos en Ingushetia cuando el grupo fue atacado por unos enmascarados, presumiblemente guerrilleros chechenos. Un vehículo fue alcanzado, y Alexéi decidió ir al rescate de supervivientes.

Con dos soldados, subió a un blindado pero, como el camino estaba minado, decidió seguir a pie. Luego llegó un camión en dirección contraria y se subieron a él. Apareció entonces un carro ruso cuya tripulación les confundió con guerrilleros, disparó y les alcanzó de lleno. Un soldado resultó muerto, y el otro herido. Alexéi sintió un dolor insoportable en los pies y se desmayó. Al recuperar la conciencia, oyó gritar: "¡Salid con las manos arriba!". Él pudo contestar que eran rusos y cayó del camión. La tripulación del blindado huyó al comprender su error. Finalmente, fue evacuado hasta Mozdok, donde le amputaron las dos piernas. Y, de allí a Rostov del Don. Fue en el hospital de esta ciudad donde contempló por televisión un reportaje sobre su caso. Así se enteró de que ya no tenía piernas.

Alguna vez acarició la idea del suicidio. Luego se le otorgó la más alta condecoración al valor: la medalla de Héroe de Rusia, y le visitó en el hospital el ministro de Defensa, Ígor Serguéyev, que dictó una orden para que pudiese seguir en el Ejército.

Un día, vino a infundirle ánimos un personaje legendario de la II Guerra Mundial: Alexéi Meresíev, un aviador que volvió a volar pese a perder las dos piernas. Luego le tocó el turno a un general que sufrió la misma mutilación en Afganistán. Hoy, gracias a prótesis especiales, Chaguin no sólo puede caminar, sino que ha llegado a saltar en paracaídas. Las autoridades locales de Yaroslav le concedieron un piso de cuatro habitaciones, un lujo al alcance sólo de una minoría de privilegiados. Y en esa antigua ciudad del llamado "anillo de oro" trabaja como reclutador en el comité militar.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_