Studio
Apenas tuve conocimiento de la feliz iniciativa de la edición de un libro conmemorativo del significado de Studio y el Teatro Valencia-Cinema para toda una generación de valencianos, se me agolparon los recuerdos. Corrían los felices sesenta, pasadas ya dos décadas del final de la guerra "incivil", y los jóvenes nacidos en la postguerra llegaban ya a la edad de veinte años. En América y en Europa, superado también lentamente el trauma de la II Guerra Mundial, contra el fascismo, como en España, se recuperaba la alegría, y la contestación al orden nuevo.En California, el movimiento hippy, movilizaba las universidades, y en Europa, los ecos marcusianos, contra el pensamiento unidimensional, se hacían sentir en el mayo francés y en la primavera de Praga. La música de los Beatles encadenaba reflexión con corazón, y con todo ese caldo de cultivo se producía la revolución del 68.
En aquellos años surgió en Valencia también, una iniciativa auspiciada, entre otros, por jóvenes universitarios, pertenecientes a la burguesía contestataria, que acompañó a cuantos cantantes o grupos teatrales, disidentes o disconformes, querían hacer sentir su voz por la vía de la cultura, entre otras razones porque no había otras vías. Era Studio y el Teatro Valencia-Cinema.
Recientemente, viajando por Internet, de la mano de un colega de los sesenta, conocimos la distancia que existe con los hijos de quienes conformamos aquella generación.
No recuerdan Vietnam, y nunca cantaron We shall over come. No saben qué fue la guerra fría y la URSS sólo es una sopa de letras.No creen estar cambiando los tiempos, ni esperan el último disco de vinilo de Bob Dylan, ni para ellos tiene sentido la expresión "te repites más que un disco rayado", ni muchas otras cosas.
Los teléfonos móviles son lo más normal del mundo, han visto las guerras en directo por TV, y aún dudan de la existencia de receptores sólo en blanco y negro, con uno o dos canales. No entienden siquiera, cómo se puede ver la tele sin un mando a distancia. Para ellos la revolución del 68 fue sólo una entelequia. Pero fue esta revolución social la que permite hoy glosar tan importante acontecimiento para nuestras vidas, la posibilidad de los encuentros en el Valencia-Cinema.
Studio, y sus promotores, José Antonio y Álvaro Noguera, Francisco Soler et alii, se lo merecen, ya que, con su esfuerzo personal y económico permitieron que el tiempo ubicara, con su paso, en aquel recóndito lugar de la calle de Quart - por donde en nuestra infancia todavía pasaba el tranvía bajo las Torres- el recuerdo amable y combativo de toda una generación, que vivió una revolución que, como afirma el filósofo Jacques Derrida, no sabemos denominar de otra manera que por su fecha: 1968.
Alejandro Mañes es gerente de la Fundació General de la Universidad de Valencia
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