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La única testigo del doble crimen del hotel Reyes Católicos se hizo la muerta para salvarse

Margarita V., única testigo del doble asesinato ocurrido en el hotel Reyes Católicos en julio de 1998, relató ayer con voz temblorosa y en medio de un continuo llanto su sobrecogedora experiencia. En una sala de la Audiencia Provincial, protegida por una mampara que ocultaba su rostro, contó cómo el acusado, Fernando Alberto R. V., de 31 años, le rajó el cuello y después mató a tiros a su acompañante, Juan Ignacio Arranz, y al recepcionista del hotel, Rubén Darío Vallina. La testigo confesó, llorando, que salvó la vida gracias a que se hizo "la muerta".

El testimonio de Margarita V., de 49 años, fue el primero que se oyó ayer en la Audiencia de Madrid, después de que el acusado se negase a declarar: "No tengo nada que decir", afirmó ante los jueces. Margarita V. es la única testigo del doble crimen que conmocionó Madrid la madrugada del 2 de julio de 1998. Protegida tras una mampara que impedía ver su rostro, Margarita fue desgranando paso a paso y en medio de un llanto desgarrador los detalles del horror que le tocó vivir aquella noche.Con la voz entrecortada relató que llegó aproximadamente a las cinco de la madrugada al hotel Reyes Católicos (en la calle del Ángel, Centro) en compañía de Juan Ignacio Arranz, de 37 años. Al entrar, "y en cuestión de segundos", Margarita vio venir hacia ella a Fernando Alberto R.V. "Se puso delante de nosotros y sacó un arma; en ese momento yo no sabía lo que era", contó. Inmediatamente, el hombre apuntó con el arma a la cabeza de su acompañante y dijo que se trataba de un atraco. "Nos dijo que no nos moviéramos". Juan Ignacio, su compañero, contestó, según Margarita: "Tú, tranquilo; toma la cartera". "Seguidamente", añadió la testigo, "nos pidió que subiéramos por la escalera que conducía a las habitaciones. Al llegar al rellano vimos en el suelo, amordazado y con las manos y los pies atados, al recepcionista [Rubén Darío Vallina Gamero, de 20 años]". Lo demás fue sangre y dolor.

"Yo no esperaba nada, sólo que nos encerrara en un cuarto o algo así", relató la testigo. Pero los planes de Fernando eran otros. A Juan Ignacio y a ella les ató las manos en la espalda y los arrojó al suelo. Y aunque Margarita le pidió que no le apretara la mordaza porque tenía asma, el acusado, sin decir nada, le asestó una cuchillda en el cuello. "Fue muy rápido todo, en un segundo". Después, prosiguió la testigo, degolló a Rubén Darío y a Juan Ignacio. "En ese momento yo pensé que lo mejor era hacerme la muerta", contó entre lágrimas. Para entonces ya había escuchado a su lado los dos disparos estrepitosos que el asesino había dirigido a los hombres. "Sentía que me retumbaban los oídos y la cabeza. Después se acercó a mí, me pateó y se fue".

"Una persona normal"

Margarita indicó al tribunal que no recordaba bien cómo logró desatarse las manos. "Utilicé la camisa que llevaba puesta para enrollármela en el cuello y detener la sangre, y después bajé a la recepción para buscar un teléfono", explicó. Al llegar allí, dijo, vio a otro hombre "alto y delgado, con el cabello largo", que revisaba papeles en la recepción. Nada se sabe de su identidad ni qué hacía allí en ese momento. Al ver a ese hombre, Margarita volvió a subir a la primera planta e intentó despertar a los clientes que se hallaban en el hotel. Nadie le respondió. Luego bajó a la recepción y desde allí llamó al 112 [teléfono de urgencias], que en ese momento "estaba saturado". Temerosa, decidió salir a la calle y pedir ayuda. Un taxi la condujo hasta el hospital.Margarita contó también que siempre creyó que el acusado era "una persona normal". "Sólo se puso muy nervioso cuando nos subió al rellano", declaró.

Fernando R.V. oyó el relato de la testigo sin inmutarse. Su mirada parecía fría y distante, y lo único que hacía de vez en cuando era mover con insistencia su pie izquierdo.

También testificaron ayer el gerente del hotel, la novia del acusado y varios de los policías encargados de resolver el caso. El gerente del establecimiento, José Ignacio H., reconoció que conocía al procesado de tiempo atrás y que éste solía visitarle periódicamente. Dijo también que Fernando se encontraba en ese momento en "un periodo de desenganche de las drogas". La novia del acusado, Olivia A. L., reconoció igualmente que su compañero "consumía cocaína y heroína en elevadas dosis".

El fiscal pide para Fernando R.V. 19 años de cárcel por cada asesinato consumado; 10 por tentativa de asesinato, 4 por robo, 8 meses por tenencia ilícita de armas y 15 días por destrozos. En total, 52 años. El juicio proseguirá mañana.

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