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Tribuna
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Endurecimiento

Enrique Gil Calvo

La ruptura por parte de ETA de su tregua táctica estaba cantada desde el 28 de agosto pasado, hace exactamente tres meses, cuando emitió un comunicado dirigido a los partidos nacionalistas vascos en el que les acusaba formalmente del fracaso de Lizarra por haber "querido canalizar un proceso de paz podrido y sin contenidos". La respuesta de la ejecutiva del PNV fue inmediata y muy dura, negándose a "admitir la tutela de una organización armada", rechazando como "agotado el análisis y el discurso de ETA" y dejando "muy claro que el día que ETA deje las armas, el PNV no le deberá nada".Aquello vino a significar el entierro del Pacto de Lizarra y la ruptura del PNV con su hijo pródigo. Después vendrían más gestos análogos, que ratificaban el endurecimiento de los terroristas. Así, a fines de octubre ETA dirigía una carta abierta al Gobierno en la que, tras reivindicar la apertura de un proceso constituyente vasco, exigía la puesta en libertad de todos sus presos y la salida de las fuerzas armadas extranjeras, nombrando como nuevos negociadores a conocidos asesinos convictos y confesos. Paralelamente, el brazo político de ETA, por boca de EH, decidía su abstención activa en las próximas elecciones generales, invitando a los demás partidos nacionalistas a que secundasen su postura. Y a mediados de este mismo mes de noviembre se producía la filtración de los documentos preparatorios para la próxima asamblea nacional de HB, a celebrar en diciembre con el lema Eraikitzen (Construyendo), que proponían intensificar la herri borroka (lucha popular) mediante la "movilización y la desobediencia", para avanzar en el "proceso de construcción nacional".

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Y ahora, tras reunirse Arzalluz con Almunia, se produce este nuevo comunicado de ruptura de la tregua, reiterando los mismos argumentos de hace tres meses que culpaban a los nacionalistas moderados por no romper con España, lo que para ellos pudre y vacía el proceso de paz. La novedad es que ahora ETA hace explícita su propuesta formal de convocar un Parlamento constituyente vasco, propuesta a la que "ni PNV ni EA han dado respuesta concreta todavía". Así que las cosas no pueden estar más claras: para ETA, la paz no era un fin sino un medio para obtener el único fin que le interesa, que es forzar un proceso constituyente vasco al margen del sistema autonómico español. Pero el PNV no ha querido seguirle en ese juego, y se ha limitado a darle largas fingiendo que aceptaba participar en la Asamblea de Electos para ir ganando tiempo. Y como ETA veía que el paso de los meses estaba jugando en su contra, ha terminado por pinchar el globo, a fin de obligar al PNV a clarificar su ambigüedad. Así que ahora la palabra la tiene el Euskadi Buru Batzar, que por el momento ha perdido claramente la audaz apuesta con que se aventuró en Lizarra. Y una de dos: o denuncia la falacia de ETA y reabre el Pacto de Ajuria Enea, sumándose a la unidad democrática contra los terroristas, o rompe la baraja española y se echa de verdad al monte soberanista, siguiendo el sendero constituyente que le abre y le marca ETA. Pero en este último caso sus electores no lo entenderían, y el PNV se escindiría. De modo que lo más probable es que se intente mantener contra viento y marea la más extrema ambigüedad, culpando de la ruptura de la tregua no a ETA sino al inmovilismo del Gobierno, con Mayor Oreja como cabeza de turco. Pero esta retórica parece destinada a fracasar porque el tiempo le ha dado la razón al ministro del Interior, al hacer verosímil su tesis de la tregua-trampa.

Con ello, ETA recupera la iniciativa aun a costa de quemar al moderado Otegi y al lehendakari Ibarretxe, cuya precaria investidura significó la entrada de EH en las instituciones, ficción que ahora será difícil de mantener. Y es que, como señaló William Gamson (The Stratey of Social Protest, 1990), en los movimientos sociales siempre lleva la iniciativa su ala más radical, sin escrúpulos para usar la fuerza y la violencia. Y una vez más, ETA sigue siendo la mejor demostración.

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