_
_
_
_
TENIS Masters de Hannover

Luchando contra su propia imagen

Andre Agassi se rebela contra el personaje frívolo que vendió durante años

Hay ocasiones en las que la apariencia no se corresponde con la realidad. Andre Agassi es uno de estos casos. Nike, la marca que le equipa y le paga 10 millones de dólares anuales (unos 1.640 millones de pesetas), ha convertido al tenista estadounidense en un producto de mercadotecnia. Pero Agassi se rebela ahora contra la imagen de frivolidad y divismo que ha estado vendiendo a lo largo de su carrera profesional.Él no es así. Detrás de su apariencia dura y rebelde, se esconde un ser tremendamente sensible, humano y honesto. Ha ganado mucho más dinero del que puede gastar y ha vivido como un auténtico millonario. Llegó a disponer incluso de un avión privado, que le costaba 115 millones de pesetas anuales de mantenimiento, y fue un loco de los coches deportivos. Pero tras su divorcio de Brooke Shields, a principios del año pasado, Agassi vendió el avión y decidió que el tenis volviera a llenar su vida.

Más información
Sampras cierra el año proclamándose 'maestro'

"Las contradicciones forman parte de mi búsqueda personal", confiesa el jugador de 29 años, que esta temporada concluirá como número uno mundial a pesar de perder ayer la final del Masters, tras haber caído hasta el puesto 142º a finales de 1997. "He nacido para jugar al tenis; es una parte de lo que soy; por tanto, lo que aporte a este deporte me engrandece o me disminuye como persona. Pero mi personalidad está unida a mis amigos, a mis actividades, a la fundación que he creado. Y en el centro de todo está Dios. Todo comienza y acaba con Él".

Esa profundidad no la ha adquirido en casa. Allí aprendió a jugar al tenis por imposición de su padre, que se propuso crear un campeón. Mike Agassi destacó como boxeador y llegó a representar a Irán, su país de origen, en los Juegos Olímpicos de 1948 y 1952, antes de emigrar a Chicago. El mal clima de aquella ciudad le decidió a trasladarse a Las Vegas. Allí se convirtió en presentador de espectáculos. Trabajaba hasta las tres de la madrugada y se levantaba a las siete para dar clases de tenis a sus hijos.

Su primer objetivo fue Rita, la hermana mayor de Andre, que acabó por no hablarse con su padre tras sentirse víctima de su obsesión. "Le he servido de cobaya", confesó Rita, y lo cierto es que así fue. Cuando Andre Agassi estaba en la cuna, Mike le diseñó un móvil con una pelota de tenis. Cuando pudo sentarse en una silla, le dio una pala de tenis de mesa y le colgó una pelota delante. Cuando comenzó a caminar le dio ya una raqueta de tenis. Y a los tres años peloteaba con él. Andre firmó su primer autógrafo a los seis años, tras un entrenamiento con Ilie Nastase en Las Vegas.

La obsesión de su padre por hacerle un campeón fue tal que a los 13 años echó a la basura un trofeo que Andre ganó en San Diego, simplemente porque había quedado tercero. Sus relaciones estallaron por los aires cuando, tras ganar su primer Grand Slam, en Wimbledon en 1992, su padre le recriminó haber perdido un set en vez de felicitarle.

Agassi precisó de ayuda psicológica para comprender a su padre. "Ahora sé que fue un hombre que luchó por mejorar la situación de los suyos", asegura. Tras normalizar su vida, Andre fichó a Brad Gilbert en 1994 y rehizo su carrera. En él encontró el apoyo que necesitaba en el terreno tenístico. En los demás terrenos, Agassi siempre ha estado arropado por un grupo de amigos inquebrantables, a los que ha ido incorporando a la empresa que dirige todos sus negocios.

Le gusta afirmar que no tiene empleados, sino amigos, y les demuestra su confianza con una generosidad increible. Le regaló un Cadillac y una casa a su padre. Un BMW a su amigo Perry Rogers cuando se graduó como abogado. Un deportivo rojo Eagle Talon a la hija de su entrenador Gil Reyes -a quien había regalado ya una casa- cuando cumplió 16 años.

Ya en las postrimerías de su carrera tenística, este brillante campeón -posee cinco títulos del Grand Slam, Roland Garros y el Open de EE UU de este año, y es el único desde Rod Laver que ha ganado los cuatro grandes-, se muestra tal como es. No esconde su idilio con Steffi Graf, y proclama su humanidad y su profesionalidad. Agassi es así. Y está luchando contra su propia imagen.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_