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Tribuna:GENERACIÓN SIN NOMBRE
Tribuna
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Depresión milenarista

"Desmotivada. Exhausta. Lánguida. Depre. ¿Por qué vivimos? ¿Cómo llegar a la noche de fin de año? Y ¿para hacer qué? Ayer, después de depilarme cuidadosamente y tomar un baño revitalizador de papaya rosa, un ritual que suele hacer aflorar lo mejor de mí misma, me metí en cama con la esperanza de que esta mañana vería las cosas de otra manera. Pero, en medio de la noche se me ha aparecido ¡el juez Garzón, nada menos!, para reprocharme mis desvíos ideológico/vitales y criminalizar mi correspondencia sobre Wittgenstein y Marcuse con Arturo (a quien no conozco) en Internet. "¡Unos frívolos esos dos!", tronaba enfadadísimo Garzón mientras me obligaba a cortar en pedacitos el Tractatus y Eros y civilización... Me he despertado sobresaltada y, menos mal, ahí estaban los libros con su sabiduría íntegra. He leído: "El hecho de que una vida sea problemática demuestra que la forma de tu vida no encaja en el molde de la vida... Pero ¿acaso no tenemos la sensación de que alguien que no ve ningún problema en la vida es ciego ante algo importante, incluso ante lo más importante de todo?". Eso escribía el gran Ludwig en 1922: me ha reconfortado que desde hace tanto tiempo estuviera diagnosticado el mal que me aqueja. Estoy con fiebre. No sé si ha sido Garzón, la depresión milenarista o la gripe".Este largo mensaje es parte del diario que Conxa sigue enviándome sin ninguna autocensura por su parte ni por la mía, que ese era el pacto. Conxa estaba, efectivamente, con gripe y me pidió que fuera a verla a su casa. No lo dudé: sentía gran curiosidad por verla, aún con gripe, en su salsa. Así comprobé que en su rellano estaba el desconchado en forma de Yeltsin y que tenía un vecino llamado Lenin Ortega, estilista cubano, que fue, justamente, quien me abrió la puerta cuando llamé al timbre, mientras la perrita Hilary se ponía histérica con una de mis piernas. Conxa estaba en la cama, envuelta en chales, con aspecto entre goyesco y punki. La rodeaban zumos, frascos, tres móviles de colores distintos y el humo de un quemador que olía a eucaliptus y despedía breves luces blancas intermitentes. Un pequeño tapiz mexicano, una estufa estándar y dos extrañas e incomodísimas sillas, en una de las cuales tomé asiento, componían un decorado mínimalista iluminado desde el suelo por un globo blanco. "Acabas de poner tu culo", dijo Lenin, "en una antiguedad del 2000". Inmediatamente me levanté. "Siéntate si lo soportas", intervino Conxa, "son dos maravillosas sillas toreras de Mariscal, del 88 figúrate, que sirven para todo menos para sentarse, por eso las compré: son como Barcelona, como Pujol, como la vida, como yo misma... un problema para cada solución, una forma alternativa de ver el mundo. ¿Qué noticias traes?".

Lamentablemente no le llevaba noticias, ni tampoco una flor para levantarle el ánimo, pero recordé un par de recientes cartas de lectores que hablaban de ella: les gustas, le dije, aunque te encuentran contradictoria. "Cuando existe una necesidad en el mercado todos la oyen, pero sólo un líder la escucha: imagina un mundo perfecto. Es una frase que inventé hace un par de años para un ligue que tuve con un ejecutivo, en mal momento, le interesaban más mis piernas y mis cafés que mis ideas; lo normal. Luego se lió con Crispita, ¿no te he hablado de la única amiga que tengo?, un alma cándida capaz de derretirse por un cumplido y de llorar con un bolero... Crispita tampoco tiene planes para el fin del milenio y yo le he propuesto compartir una velada en Internet con Arturo y Wittgenstein ¡Oh! ¿Por qué habrá que hacer planes?, ¿por qué me dedico a la publicidad?, ¿por qué me llamo Conxa?". Por suerte, la madre de Conxa apareció en ese momento con un estupendo caldo de pollo y un libro de José Antonio Marina. Al día siguiente Conxa ya estaba bien; me enviaba un mail: "¡Al diablo el milenio!" (Continuará)

Resumen de lo publicado: Conxa P. Puig, también llamada Inma Páez en Madrid, 31 años, barcelonesa, licenciada en Bellas Artes, trabaja de creativa/ejecutiva en una agencia de publicidad que acaba de instalarse también en Madrid. Ha aceptado ser protagonista de una difícil investigación sobre las características sociológicas de las treintañeras españolas.

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