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Tribuna
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El cine

De las 10 películas más taquilleras en España, sólo dos, Una terapia peligrosa y La lengua de las mariposas, han sido respaldadas por la crítica. A la cinta de mayor recaudación actual, Novia a la fuga, la suspenden la mitad de las calificaciones, y a El club de la lucha, situada entre las favoritas del público, muchos críticos la consideran "mala" o "muy mala". Por el contrario, la película con recomendación crítica superior, Hoy empieza todo, apenas registra una asistencia mediocre.En Francia circula estos días un manifiesto de la ARP, la más importante agrupación de productores y realizadores, contra los críticos de cine. O, mejor, contra las críticas negativas referidas al cine francés. Tavernier, Leconte, Kurys o Klapisch se encuentran, junto a muchísimos más, en la ruidosa protesta. Piden los cineastas, entre otras vindicaciones, que no aparezcan las críticas de un filme hasta una semana después del estreno para dejar que se acuda sin prejuicios. ¡Hasta este punto respetan o valoran a los críticos! Pero ¿el público? Prácticamente sólo en Francia y en países que se le parecen, como el nuestro, importan todavía estas cosas. En Estados Unidos, en el Reino Unido, en Alemania, el cine se encuentra prácticamente allanado a la condición de entretenimiento o espectáculo. Se publican reportajes sobre el rodaje, se entrevista a los actores y actrices, se informa sobre los argumentos y los escenarios, pero poco sobre el valor cultural de la cinta. Antes que la pintura, antes que el libro, el cine ha ingresado allí -aunque en Estados Unidos siempre estuvo- en el surtido de productos típicos para pasar el rato, y las excepciones son raras. Sobre las excepciones encuentra, no obstante, su trabajo el crítico, y en esta parcela demuestra su importante acción separando el bodrio de la golosina, lo que sólo es lento de lo suculento. Acaso la crítica no tiene ningún efecto, positivo o negativo, sobre las superpelículas orientadas al espectador popular, pero es capital para dar vida a lo modesto y desconocido. La intención de acabar con los críticos y dejar al mercado que decida fatalmente resulta criminal para la creación. El ascenso del cine español y el declive del norteamericano podrían relacionarse con este juego de vida o muerte.

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