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Los malos pasos del hijo de Obélix

El Festival de Cine de Gijón premia a Guillaume Depardieu tras expulsarle de la ciudad por sus continuas broncas

Gregorio Belinchón

El paso del actor francés Guillaume Depardieu por el Festival de Cine de Gijón, clausurado anoche, ha sido cualquier cosa menos discreto: bebió (vino, cerveza y todo tipo de licores en tremendas cantidades), venció (ha ganado el galardón al mejor intérprete por Pola X) y, sobre todo, luchó (destrozó la habitación de su hotel, se mostró grosero con la prensa e intentó agredir al director del certamen, que terminó expulsándole). A sus 28 años, el hijo de Gérard Depardieu, flamente intérprete de Obelix en la versión cinematográfica de Asterix que está a punto de estrenarse, ha tenido la oportunidad de demostrar durante su estancia de una semana en Asturias por qué tiene fama de ser un personaje realmente conflictivo (ha sido condenado en su país por tráfico de drogas).Invitado por el Festival de Cine para presentar su película Pola X en la sección oficial, el hijo del mítico Gérard -que también ha dado que hablar por sus actuaciones fuera de la pantalla- ya pidió un cambio de alojamiento la tarde de su llegada a la ciudad asturiana, el pasado viernes 19, cuando descubrió que debía compartir el hotel, situado en el céntrico parque de Begoña, con parte de la prensa acreditada en el certamen. La situación de su segundo lugar de reposo, a las afueras de la ciudad, permitió que pasaran más inadvertidos algunos de sus desmanes: carreras y gritos por los pasillos de madrugada y una afición profundamente enraizada a la música y al bel canto a volúmenes no muy discretos. Depardieu ha aporreado durante la semana el piano de la cafetería del hotel sin importarle mucho la hora. Depardieu tampoco ha escondido mucho su pasión por el alcohol. El francés paseaba con su guardaespaldas y su novia, permanentemente ebrio, por las calles de la ciudad, a la vista de cualquiera, gesticulando y avanzando a trompicones por las aceras. Eso durante el día, que por la noche ya disfrutaba bailando en el suelo de las discotecas.

Su situación se desmelenó en la madrugada del pasado miércoles, cuando destrozó su habitación. La dirección de su hotel, que valora los daños en cerca de 130.000 pesetas, habló esa mañana con el director del festival, José Luis Cienfuegos, a quien le explicó que había soportado demasiados desmanes del actor y que, ante la infructuosidad de sus quejas, le expulsaba. En esos momentos, Depardieu protagonizaba una rueda de prensa memorable en el teatro Jovellanos. Nada más sentarse dio un alarido por el micrófono, explicó, completamente ebrio, que lograba lo mejor de sus actuaciones "porque bebo", se metió con la traductora y, cerveza en mano, pasó del resto de las preguntas. Al acabar el acto decidió no hacer ninguna declaración. Ése fue el momento que aprovechó Cienfuegos para expulsarle del festival, lo que casi le cuesta un puñetazo de Depardieu. De vuelta al hotel descubrió que no le permitían la entrada y un poco más sereno resolvió quedarse en la ciudad en un tercer hotel hasta ayer por la mañana para aprovechar el billete de avión de vuelta a París.

Depardieu se fue sabiendo que había obtenido el premio del jurado a la mejor interpretación masculina, en parte por su trabajo, en parte porque tenía pocos rivales: la mayoría de las películas de la sección oficial estaban protagonizadas por mujeres o eran corales. Durante la ceremonia de clausura se leyó una carta en la que el actor no estuvo precisamente cariñoso: "No soy nunca ni seré amado, es una elección. Estoy decepcionado, profundamente decepcionado. Por primera vez en mi vida se me quita una felicidad legítima y Dios sabe cuán importante es esta palabra para mí. Os quiero. A pesar vuestro".

Cienfuegos, que fue advertido de las malas formas del actor francés, arguye que así ha quedado clara la independencia del jurado. El intérprete de películas como Todas las mañanas del mundo ha tenido a lo largo de su vida numerosos problemas. Cuando fue condenado en junio de 1993 a tres años de prisión, dos de ellos por tráfico de drogas, el actor confesó ante el tribunal de París que fumaba hachís a los 13 años y consumía heroína desde los 20. En España, sus desmanes no han llegado a los tribunales, pero han demostrado por qué su fama como alborotador es superior a su prestigio como actor.

Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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