_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Malas bestias

ROSA SOLBES

Ayer, jornada contra la violencia hacia las mujeres, supimos de las atrocidades sufridas en Bilbao por Virginia y de la "sensación de odio" confesada por el acusado de cinco crímenes en Castellón. En el diario Levante se nos mostraba un último modelo de "toro de feria" que podría hacer pronto las delicias de nenes y mayores: una figura de mujer muy poco vestida, a la moda sado-maso, que a cuatro patas invita a montarla. Felicidades al inventor, al fabricante, al distribuidor, al exhibidor, al presidente de Induferias y a los responsables de la Feria Muestrario Internacional de Valencia. Pero hoy quería escribir de otra cosa: Mujeres de Negro.

Hay ocasiones en que puede ser subversivo cantar en la calle o pasear por la ciudad, dos de las muchas formas de protesta pacífica que proponen en Belgrado, contra Milosevic, unas Mujeres de Negro, que sin embargo enarbolan el arco iris como única bandera. No están sólo en los Balcanes, donde nacieron hace siete años. Visten su luto y tejen sus redes de desobediencia antimilitarista en Roma y Madrid, Vila-real y Venecia, Chiapas, Sevilla y Zaire. En la plaza de la Virgen, de Valencia, han desplegado pancartas y encendido velas como nuevas Casandras más acá del mito, porque son mujeres reales que viven en todos los tiempos, en todos los espacios.

En Serbia, claro, las han insultado, amenazado y vejado; y los padres de las naciones, los guardianes de las etnias, los estados y las fronteras, no han visto valor alguno en que sus denuncias se eleven tanto por los crímenes de Srebrenica como por la venganza ejercida por algunos albanokosovares.

Hace ya un tiempo, con ocasión de un encuentro en Novi Sad, editaron un libro en el que se recogen interesantes reflexiones sobre lo ineficaz de la ayuda humanitaria y la inacción de la ONU. Y crónicas de guerra, testimonios, informes diarios de las acciones al estilo Gandhi, fraternales propósitos de resistencia y solidaridad, quejas por la situación de los refugiados y por el imposible retorno tras la pax americana surgida de los acuerdos de Dayton... Allí había mujeres serbias, croatas, bosnias, eslovenas, macedonias, montenegrinas... "Nosotras no somos enemigas. No hableis ni decidais por nosotras: tenemos nuestra propia palabra".

Mujeres de Negro consideran sus aliados a los desertores, practican la contrainformación "para contrarrestar la droga patriótica que inoculan los medios de comunicación" y como Brecht, no creen en la paz armada. No reconocen más fronteras que la dignidad y la paciencia, y se confiesan desleales al estado o la nación porque el militarismo, la forma más cruel del patriarcado, nos lleva de una postguerra a una preguerra y así hasta el infinito.

Aquí, las Mujeres de Negro tienen su cuartel general en la Casa de la Dona, y el sábado, en el Instituto Luis Vives de Valencia, celebrarán varios actos y una concentración en la plaza del Ayuntamiento. "Lo personal es político, y además es internacional". El grupo inicial surgió de Dones per la Salut i la Pau y ha demostrado que se pueden establecer vínculos no violentos, no temerosos, no opresivos ni represivos. La utopía: el auténtico modo de vida sano y cardiosaludable. Olvidémonos por un día de las malas bestias y soñemos que se han acabado los lutos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_