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FÚTBOL Liga de Campeones

El Madrid se reencuentra como equipo

El conjunto de Del Bosque se impuso en todos los aspectos al Dinamo de Kiev, a pesar de las inclementes condiciones

El Madrid venció al frío. Superó el tradicional fatalismo que le condena en las contiendas que se juegan a bajas temperaturas y ofreció un actuación de altura europea en Kiev. Siempre bien plantado, interpretando con inteligencia y exactitud lo que el partido le demandaba, el conjunto español estuvo en todo momento por encima del Dinamo. Y salió crecido de la primera cita de esta segunda fase, tal vez de la más dura.El Madrid aprendió pronto el camino a seguir en Kiev. Dos errores que lo pudieron comprometer se lo enseñaron: un resbalón de Míchel Salgado en una conducción y una pérdida de Guti por recrearse metros antes del círculo central. En un partido que la meteorología había dejado sin gobierno posible desde la lógica, sobre un césped brutalmente castigado por la nieve y el hielo, con un balón desobediente, las decisiones las iban a tomar inevitablemente los imponderables. Los fallos, los rebotes y elementos así. Por una vez, se trataba de cuidar más la atención que la pelota, de alejar los errores propios de las zonas peligrosas y de andar vivos para aprovechar los ajenos. El Madrid entendió el mensaje a la primera y por eso se acomodó el encuentro a la primera.

DINAMO DE KIEV 1

REAL MADRID 2Dinamo Kiev: Shovkovsky; Mamedov, Holovko, Vashchyuk, Dimitrulin; Khatskevich, Belkevich, Gusin, Yashkin; Rebrov y Konovalov (m. 46, Shatskikh). Real Madrid: Bizzarri; Míchel Salgado (m.28, Iván Campo), Karembeu, Julio César, Roberto Carlos; Seedorf (m. 90, Karanka), Helguera, Guti, Savio (m. 71, Sanchis); Raúl y Morientes. Goles: 0-1. M. 17. Roberto Carlos centra raso y Morientes marca, anticipándose a la defensa. 0-2. M. 48. Raúl dispara desde fuera del área con la derecha y bate por alto a Shovkovsky. 1-2. M. 84. Rebrov, de penalti. Árbitro: David Elleray (Inglaterra). Amonestó a Julio César, Iván Campo, Yashkin y Khatskhevich. Unos 20.000 espectadores en el estadio Olímpico de Kiev. Primera jornada de la segunda fase de la Liga de Campeones (grupo C). Cuando comenzó el partido, la temperatura era de once grados bajo cero.

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El equipo negro, que de ese color volvió a jugar el Madrid, defendió lejos de su área, una medida extraordinaria para minimizar las imprecisiones en el pase, en los controles, en los despejes. Y envenenada como estaba la pelota, de esas suertes iba a estar cargadita la contienda. El Dinamo de Kiev favoreció los intereses madrileños por evitar riesgos. No le apretó arriba. En realidad, apenas le presionó en ninguna zona del campo. Por ahí, los ucranios ciertamente le regalaron a los de Del Bosque una jornada tranquila.

Pese a la jefatura táctica de Iván Helguera, siempre bien colocado, siempre ofreciéndole una salida coherente al juego; pese a no renunciar a los tipos de mejor técnica en la alineación por muchas que fueran las dificultades que proponía el partido, el Madrid no arañó beneficios de las asociaciones, de las jugadas elaboradas. No se podía. En todas ellas se apreció más intención que veneno. La noche estaba para recorrer de otra forma, provocando o adivinando la pifia rival. Y desde esa mirada, el conjunto español resultó letal.

Bastó un acoso de Raúl a Shovkovsjyi, el guardameta del Dinamo, y un mal despeje de éste, para que el Madrid se apropiara de los puntos. El patadón corto y desviado del cancerbero invitaba a una respuesta conservadora de Roberto Carlos: tal vez dejar pasar el balón, controlarlo e iniciar tranquilamente una nueva posesión. Pero el brasileño prefirió apostar fuerte: fue a por el balón con la cabeza, desbordó a un par de defensas ucranios que no se esperaban una maniobra así, y centró rápido con todo el Dinamo a contrapié. Raúl no acertó a rematar de tacón y Morientes, que persigue cualquier objeto que entra en el área con una fe ciega y un olfato certero, llegó a tiempo para empujar a la red. 0-1 en el gélido estadio Olímpico de Kiev, el Madrid empezaba a desmentir su fatalismo por estas tierras.

Faltaba comprobar si el Madrid, que tan poca pericia había demostrado en este curso para manejar resultados favorables, iba a ser capaz de conservar su ventaja. Volvió a efectuar una interpretación adecuada el equipo, que de ahí en adelante se prohibió cualquier amago de desorganización. Roberto Carlos ya no subió más, y Helguera y Guti, que se le unió en el centro del campo en una especie de doble pivote, prácticamente tampoco. Se plantó tan bien el Madrid que nunca dio la sensación de estar en peligro. Tampoco de andar cerca de agrandar el marcador, pero en ningún caso de dilapidar su ventaja. Sólo la movilidad de Rebrov durante un par de minutos en los que el Madrid estuvo en inferioridad -mientras se atendía a Salgado en una banda- y, sobre todo, los disparos desde la frontal de un excesivamente libre Khatskevitch -no estuvo rápido ni vivo el Madrid en los balones que escupía el área-. Pero Bizarri contestó a uno de ellos con un paradón extraordinario y terminó por lanzar el mensaje de seguridad que le faltaba al equipo. El Madrid se anunciaba infranqueable y el Dinamo confirmaba que sin posibilidad de montar su célebre contragolpe es menos Dinamo.

Para empapelar el partido, al Madrid sólo le quedaba la aparición de Raúl, un tipo empeñado en desmentir los imposibles. La cita no dejaba un solo hueco para los gestos de brillantez y las maravillas, pero Raúl se lo hizo. Agarró la pelota en el balcón del área, levantó la ceja y se inventó un remate parabólico a la escuadra fantástico, de futbolista grande.

Lo demás fue más de lo mismo. Quizás un mayor acoso del Dinamo de Kiev, pero siempre sujetado por el oficio del Madrid, por su pericia para manejar la contienda.Bizarri aportó su ración habitual de dudas por alto, pero también un mano a mano sublime ante Iachkin.Y sin muchos más sobresaltos que ese penalti postrero que puso una incertidumbre engañosa a los últimos minutos, el grupo de Del Bosque abofeteó la historia. Por primera vez ganó en estas tierras, por primera vez pudo con el frío.

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