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El delantero que hizo las Américas en Asia

Roberto Valverde se fue a hacer las Américas a China. El Qingdao Hainiu, un equipo de fútbol de primera división, ofreció a este delantero del Granada CF un contrato tan suculento como un rollo de primavera: triplicar su sueldo en España y 2.000 dólares adicionales por cada partido ganado y sólo 1.000 por empatar.Lo que no podía imaginar Valverde, nacido en Baza (Granada) hace 33 años, es que además se iba a convertir en "casi un dios" para los siete millones de habitantes de Qingdao, en el noreste del país. Marcó sólo cinco goles en 25 partidos, pero cada vez que tocaba el balón rugían en el estadio los 80.000 espectadores. Y a la mujer del ídolo, Ana Peralta, le duele todavía la mano de firmar tantos autógrafos.

Aunque en la televisión china predominan las retransmisiones de ping-pong, el fútbol, junto al béisbol, es un deporte emergente en la tierra de Mao. Los campos se llenan cada domingo, y los 14 equipos de la primera división gastan millones de pesetas en fichajes. "Los niños chinos sueñan con ser futbolistas y llegar a ganar 400.000 pesetas al mes más primas", asegura Valverde.

El delantero, que jugó en el Valladolid en la Primera División española, recibió la oferta el pasado enero. A su consorte le pareció una buena oportunidad económica e hicieron las maletas.

Ya en China comprobaron que el sueldo estaba justificado. "En España entrenaba dos horas diarias, allí ocho y no descansaba ni un solo día a la semana". Un chófer particular lo recogía a las cinco de la mañana para la primera sesión de trabajo. Volvía a su casa a las once para comer y a las dos vuelta al tajo hasta las siete. "Me acostaba a las nueve molido", recuerda.

Los nueve meses de estancia en Qingdao, Ana, su mujer, se los pasó entre las cuatro paredes del moderno piso que el club puso a su disposición. "Mataba el aburrimiento viendo películas de vídeo en inglés. A la calle no me atrevía a salir sola. Temía que me confundieran con una prostituta. Allí, las únicas rubias, como yo, son las rusas que ejercen la prostitución", aclara.

A final de temporada, con el equipo en mitad de la tabla, Valverde tuvo la posibilidad de renovar su contrato. No aceptó. De hecho ni el futbolista ni su mujer volverían a China como turistas. "Lo único bueno del país es el trato que dan a los jugadores". Lo peor: "La comida y el idioma".

A Valverde le gustaba el arroz con tres delicias. Hasta que descubrió que, en China, una de las tres delicias eran larvas de insectos. "Estuvimos a base de arroz blanco hasta que nos mandaron desde España un paquete con jamón, embutidos, conservas y lentejas".

Con el idioma tampoco le fue bien. Aprendió unas cuantas palabras para comunicarse con su chófer. Nunca supo si los ideogramas impresos en su camiseta representaban su nombre o el del patrocinador del equipo. Y se entendía con el entrenador y el resto de jugadores gracias a un intérprete que le traducía el chino al inglés.

Aunque lo que más sorprendió al delantero fue el "régimen de campo de concentración" en el que vivían los jugadores chinos del equipo. "Se pasaban el día encerrados en las instalaciones del club. Allí vivían, dormían, comían y entrenaban. Sólo salían para jugar los partidos".

El control gubernamental también se observa en los encuentros, que comienzan con el himno nacional y una rígida vigilancia policial. "Posiblemente, el fútbol es una de las pocas opciones de distensión social que tienen los chinos y las autoridades no quieren que se les desmadren".

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