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Japón afronta el último reto del milenio

Las empresas niponas derriban en un año todas sus tradiciones laborales del siglo XX

Fernando Gualdoni

Renmgéhai Marakanond no tenía idea de lo que influiría en la sociedad japonesa (y asiática en general) cuando el 2 de julio de 1997, como presidente del Banco de Tailandia, tomó la decisión de permitir el libre cambio de la moneda de su país, el baht. Marakanond había pinchado la burbuja política, financiera y social en la que se había encerrado el sureste asiático. Ese día comenzó el fin de Japón como se le conoció desde la Segunda Guerra Mundial.

A finales de 1997, la economía japonesa registró su primer trimestre de crecimiento económico negativo y mantuvo ese parón durante todo 1998. Todo el sistema financiero japonés se vino abajo y todo lo arrastró a su pasó. Afloró la corrupción pública y privada, la mala administración de bancos y empresas y las grietas de un sistema que había convertido a Japón en la segunda mayor economía del mundo en 50 años. No fue hasta el primer trimestre de este año cuando Japón empezó a tantear el borde del foso, al registrar un crecimiento del 2%. Sin embargo, la economía sigue muy débil y bastó que en el segundo trimestre sólo creciera un 0,1% para confirmarlo. El Gobierno prevé un crecimiento del O, para todo este año.

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Un giro radical

Entre todos los cambios que se produjeron a raíz del resquebrajamiento del sistema el más llamativo fue la pérdida del empleo de por vida. Los despidos masivos eran desconocidos en Japón hasta ahora, y es ahora cuando súbitamente se amontonan. En apenas dos semanas del mes de octubre, cuatro grandes corporaciones japonesas, Nissan Motor, Mitsubishi Motor, Nippon Telegraph & Telecom y Pionner anunciaron la eliminación de 56.000 puestos entre los próximos dos y tres años. Anteriormente, Toshiba, NEC y Sony habían anunciado otras 38.500 supresiones de empleos a medio plazo.

A ello deben añadirse otros 25.000 empleos que ya se han eliminado o se prevé que se suprimirán del sector financiero tras la restructuración del mismo y la perspectiva de que desde ahora y hasta el 2005 las 41 empresas más grandes de Japón eliminen una media de 140.000 empleos en conjunto, según los cálculos oficiales. El Gobierno planteó el saneamiento del sistema bancario bajo este lema: el banco que no tenga fondos o se une a uno que sí los tiene o cierra. Esta política forzó la unión, entre otras, del Dai Ichi Kangy-Fuji Bank ofJapan, ahora el mayor del mundo por activos, del Sumitomo-Sakura (segundo mayor) y del Asahi-Tokai (octavo).

"La ruptura del sistema del empleo fue total y abrupta", explica Kiichi Hito, estudiante de doctorado en la Universidad de Tokio. "El 70 de los estudiantes no sale de la universidad como hace tres años para ingresar en una compañía y trabajar en ella de por vida como lo han hecho sus padres, muchos de los cuales están ahora en la calle. (...) Se acabó la fidelidad de las empresas hacia los trabajadores, y viceversa".

Kenichi Hosoda, primer secretario de la Embajada japonesa en Madrid, comenta que "el Gobierno nada tiene que decir acerca de las tácticas de las empresas para salir de la crisis. (...) El Estado ha estado inyectando fondos públicos para reactivar la economía y los resultados han sido buenos". Ningún analista consultado supo con exactitud cuántos planes de reactivación ha lanzado el Gobierno japonés desde 1998 ni el dinero invertido. Según The Economist Intelligence Unit, la inversión del Gobierno japonés ha pasado de un 3% negativo a un 22,8% entre el primer trimestre de 1998 y el de este año. Los analistas, han calculado que la deuda del Estado ya ha superado el producto interior bruto (PIB) japonés, que en 1998 llegó a 544 billones de pesetas, unas seis veces el español.

La tasa de paro ha reflejado los despidos, y en el mes de julio alcanzó el 4,9%, la más alta desde que este indicador comenzó a registrarse, en 1949. Según las previsiones de la mayoría de los analistas consultados, el desempleo en Japón se situará entre el 5,5% y el 6%. Entre enero y julio, el número de desempleados japoneses ha pasado de 2,98 millones a 3,29 millones. Es decir, que 310.000 personas se quedaron en la calle. La población activa en Japón es de 68,5 millones, poco más de la mitad de la total.

Para frenar la subida del paro, el Gobierno prevé crear unos 700.000 empleos en los próximos cinco años, y es sobre esta perspectiva sobre la que ha justificado en varias ocasiones las sumas de dinero público que ha desembolsado.

El coste del paro

Las sumas de dinero que se destinan a pagar el seguro de desempleo alcanzarán un cifra récord de 4, 3 billones de pesetas para finales de 1999, un7, 1% más que en 1998, según datos del Ministerio de Trabajo japonés revelados por el diario Nikkei. Las autoridades esperan que el déficit del sistema de desempleo se sitúe en dos billones en el año fiscal en curso, hasta el mes de marzo del 2000.

Para aquellos que conservan sus empleos, la situación no es mucho mejor. Entre junio de 1998 y el mismo mes de este año, los salarios de la industria (que en las estadísticas de Japón es todo más la construcción, minería y energía) cayeron un 8,5%. Si esa pérdida del poder adquisitivo sucediese ahora en España, habría piquetes de trabajadores protestando en cada esquina. Pero en Japón, como señala un experto, nadie se queja por temor a perder su empleo. Por lo tanto, no sorprende que el consumo privado esté estancado en Japón, a pesar de que la inflación haya sido del 0,7% en 1998 y se proyecte un O, negativo para 1999.

Con el fin del empleo de por vida Japón ha despedido medio siglo de historia. ¿Pero cuán profundo será ese cambio? "Poco y lento", opina el profesor Christofer Howe, del Instituto de Estudios de África y Oriente de Londres, "y por una sencilla razón. Al contrario de Occidente, en la historia moderna de Japón nunca ha habido una revolución política y social", añade.

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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