_
_
_
_
Reportaje:

Los actores de la radio

Tereixa Constenla

A la radio sólo es posible asomarse por la ventanita del oído, que se conecta sutilmente con la imaginación para ayudar a trazar rostros. Cuando, en ocasiones más o menos excepcionales como el 75º aniversario de la Cadena SER, se abre la casa de las ondas de par en par para mostrar la bilis, la presión arterial y el corazoncito, se desconecta automáticamente el cable entre el tímpano y la fantasía y se activan resortes reservados para una función de teatro. "Yo he hecho teatro aficionado, y tengo la misma sensación. Es la radio-teatro", confiesa Gemma Nierga, que ayer dirigió La ventana desde el antiguo teatro Álvarez Quintero, en Sevilla. Una función radiofónica así obliga a modificar los hábitos de sus conductores, como Nierga: "Tienes que hacer un esfuerzo para canalizar bien todas las emociones del público que está en la sala y evitar que el oyente que está en Badajoz o Santiago no se sienta excluido". El público, que llenó ayer el patio de butacas, se convierte en otro invitado más del espacio, aunque sin demasiada consciencia de ello. "Y menos mal que no lo son", aduce la periodista.

Nierga dirigió ayer tres horas rebosantes de risas, aplausos y palmas rítmicas (de acompañamiento a Triana Pura y Pastora Soler), que finalizaron con una larga sesión de autógrafos. La experiencia, "irrepetible" para la directora de La ventana por la calidez y la entrega de la gente. Pero el público no se fue en absoluto de balde. Las carcajadas se activaron con frecuencia por las intervenciones de Boris Izaguirre, el último llegado al panorama de los show-man, que ha rentabilizado su habilidad para provocar con descaro e inteligencia y siempre desde su condición gay.

Izaguirre, en su línea, le preguntó al arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo, cuál era el secreto de "su piel fantástica". Monseñor rió y elevó los ojos al cielo -los religiosos no miran hacia arriba- como si quisiera encomendarse a Dios. El prelado, uno de los invitados de La ventana, se sonrojó ayer con más frecuencia de la que probablemente desearía. Algo que, de no estar en el teatro, era imposible percibir. Rosa Villacastín, colaboradora del equipo, le dijo que era muy guapo en plena cara, a lo que Carlos Amigo respondió con un rubor divino. "Comprenderá que su presencia aquí es de altísimo morbo", remachó Izaguirre.

Zambullirse entre las arterias de la radio humaniza a sus protagonistas, rodeados siempre por un halo de misterio. Acudir a una sesión de tres horas de La ventana, por ejemplo, permite averiguar que Gemma Nierga, la periodista que saltó a la fama por saber escuchar (en el programa Hablar por hablar de la Cadena SER), tiene tendencia a mordisquear algo -el bolígrafo o sus uñas- para aliviar la tensión. Que se tapa la boca cuando rompe a reír a carcajadas y que sonríe de forma permanente mientras está en el aire. Sólo en las pausas publicitarias adopta un ligero tono circunspecto para hablar con su equipo de lo que está a punto de suceder. Ayer, confesó después, fue incapaz de adoptar "la seriedad o frialdad, a veces necesaria".

En emisiones así se puede ver ese lenguaje singular que utilizan los hacedores de radio para comunicarse con su equipo. Nierga puede despedir amablemente a una oyente de Valencia, mientras gesticula a una velocidad vertiginosa para ordenar cambios. Lo primero se oye, lo segundo pertenece a los entresijos ocultos del programa. La magia de la radio consiste en su capacidad para tamizar tensiones y nervios de tal forma que se sólo se percibe un acabado perfecto. A esa magia, el alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, que hizo una incursión radiofónica en un programa sobre salud, piensa dedicarle una calle. Ayer lo anunció en directo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_