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FÚTBOL Undécima jornada de Liga

El Atlético sólo dura un tiempo

El Numancia empata en el último minuto un partido que perdía por dos goles

Al olor de la crisis del Madrid, referencia principal de los estados de ánimo de esta hinchada, al olor de los primeros buenos resultados consecutivos de su propio equipo, el seguidor rojiblanco decidió regresar ayer en masa al Calderón, al mismo estadio que vivió vacío el principio de curso. Volvió feliz, casi eufórica, la gente al campo. Pero se fue de allí otra vez con un enfado de mil demonios. Sin entender cómo el Atlético tiró a la papelera un partido que tuvo completamente ganado ante el Numancia; sin comprender por qué ese equipo mejorado que saltó al campo teniéndose fe y dibujando excelentes maniobras en la zona de la verdad, se perdió completamente en la segunda parte. El caso es que los rojiblancos se fueron al descanso con una ventaja cómoda (2-0) y terminaron la jornada con un simple empate.Los primeros 45 minutos presentaron un Atlético distinto, más seguro de sí mismo, más suelto, más incisivo. Ya enseñó entonces errores de organización defensiva -especialmente a la hora de la presión y el adelantamiento de la línea de atrás-, pero maquillados por el acierto individual de los zagueros para resolver las situaciones apretadas. Y también se observaron en esa primera fase demasiados futbolistas intrascendentes en el lado rojiblanco, sin peso -José Mari y Capdevila, en los carriles; por una vez el mismo Hasselbaink...-, pero menos influyentes en el desarrollo del juego que los buenos. En este grupo brillaron especialmente Baraja y Solari.

ATLÉTICO 2

NUMANCIA 2Atlético: Molina; Gaspar, Gamarra (Santi, m. 13), Chamot (Aguilera, m.60); José Mari (Venturín, m.68), Bejbl, Baraja, Capdevila; Correa, Solari; y Hasselbaink. Numancia: Núñez; Jaume, Muñiz, Iván Rocha, Octavio; Belsué (Barbu, m.55), Castaño (Rivera, m.84), Nagore, Pacheta; Ojeda y Rubén Navarro. Goles: 1-0. M.25. Solari bota un córner cerrado desde la derecha y Baraja cabecea a placer desde el área chica. 2-0. M.43. Correa profundiza hacia Baraja, que cuelga al segundo palo desde el fondo, y Hasselbaink cabecea. 2-1. M.58. Navarro cambia el juego hacia Ojeda, que llega hasta la línea de fondo y cede hacia atrás. Castaño fusila, el balón tropieza en Chamot y entra. 2-2. M.90. Nagore, en el segundo palo, a la salida de cun córner. Árbitro: Prados. Mostró tarjeta amarilla a Santi y Muñiz. 43.000 espectadores en el Calderón.

Baraja asumió la jefatura del equipo. Se ubicó en el corazón del campo y decidió con criterio la velocidad y la dirección del juego. Cuesta pronosticar el techo de este futbolista, que sube un escalón cada jornada. Es competitivo, generoso, preciso e inteligente. Válido para la recuperación y para la elaboración. Tiene pase, dotes de mando y hasta gol. Ayer intervino decisivamente en la mayoría de las maniobras de ataque del equipo, también por supuesto en los goles. : marcó el primero de cabeza y sirvió el segundo a Hasselbaink.

El otro héroe del primer tiempo fue Solari, que logró hacer de su capacidad para asociarse el mejor arma ofensiva del Atlético. Sus movimientos, también sus toques, le ofrecían en todo momento buenas soluciones a sus compañeros. El argentino se cayó en la segunda mitad, y probablemente en su desplome físico hay que localizar el horroroso segundo periodo de los madrileños.

La mejor virtud del Numancia fue no admitir por bueno el resultado. Fue de agradecer su colocación, muy diferente al cerrojazo que se le presuponía. Y su ambición, su confianza en dar por detectados los puntos flacos de los rojiblancos, su insistencia en ellos (los pelotazos cruzados a las bandas, que consiguieron cazar con frecuencia fuera de sitio a los carrileros).

De uno de esos venenosos pases diagonales que hacían herida en el Atlético, el Numancia arañó el primer gol. Lo dibujó Rubén Navarro, el mejor de los sorianos, lo recogió en el costado del área Ojeda y lo convirtió en gol Castaño. Desde ese momento, 0 el Atlético, que ya había perdido relación con la pelota, se escondió atrás.

La defensa de tres pasó a ser de cinco, pero el Atlético no ganó en seguridad. En parte por los contratiempos (Gamarra se lesionó en el primer tiempo, Chamot en el segundo), pero también por el desorden general. Ranieri contestó al panorama con más precauciones (la salida de Venturín por José Mari, con Valerón en el banquillo, fue interpretada por la grada como una provocación), como facilitando que el Numancia se agrandara. Con el cronómetro en el cogote, Nagore empató. Y convirtió en el funeral de costumbre lo que había comenzado en fiesta. En exagerada fiesta.

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