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La escuela arenista El secretario general del PP recupera el discurso agresivo que abandonó en su etapa de ministro

Tereixa Constenla

"El arenismo existe como un compromiso personal con la causa de Javier Arenas, pero no es incompatible con otras. Él no cultiva la creación de una corriente". Las palabras de este dirigente del Partido Popular andaluz evidencian cuán lejos ha llegado el poder y, sobre todo, el sello de Javier Arenas, una figura que ha rentabilizado su papel de adalid de la renovación del PP en Andalucía, un bastión socialista donde la memoria histórica asocia de forma indisoluble al conservadurismo con maneras caciquiles y, a veces, fascistas. La impronta de Javier Arenas Bocanegra (Sevilla, 1957) en la estructura regional del PP no sólo se aprecia en su influencia orgánica, también en el estilo político de algunos seguidores.

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El estilo del secretario general del PP, Javier Arenas, se caracteriza por cultivar una imagen pública moderada y, al mismo tiempo, desplegar una oratoria montaraz. Y una habilidad para primar un ingrediente sobre otro según el papel y los tiempos. Hay un Arenas agresivo en su primera etapa parlamentaria en Andalucía y otro institucional en la campaña electoral del 96, cuando las encuestas le aventuraban como ganador, y que luego rescató durante su etapa de ministro de Trabajo y Asuntos Sociales. Embutido ahora en su rol de secretario general del PP ha retomado el discurso bronco, como ejemplifican sus declaraciones a cuenta de la entrevista entre el presidente José María Aznar y el titular del Gobierno andaluz, el socialista Manuel Chaves, a quien acusó de situarse "al margen de la Constitución porque durante estos años ha hecho un papel que no le corresponde". "Sería absurdo que Chaves fuera al Palacio de La Moncloa a insultar o plantear confrontación", soltó.

El estilo Arenas reproduce defectos y virtudes de su personalidad, como la ambición, la habilidad, el ingenio, la frivolidad y la campechanería -sin olvidar el servicio que le presta poseer una memoria de elefante-, cualidades que suman las descritas por adversarios y afines. El marchamo centrista y el tono peleón.

Uno de sus mejores amigos y seguidores, el actual ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Manuel Pimentel, que ahora exhibe un aire institucional y comedido, es, junto al actual presidente del PP de Málaga, Manuel Atencia, de los más preclaros exponentes de la actual estética del PP andaluz y uno de los políticos de la oposición que zahirió con menos miramientos a Manuel Chaves durante su etapa autonómica. De él dijo que no era más tonto porque no entrenaba, que vivía como un marqués a costa de todos los pobres o que era el lugarteniente de la banda, cuyo capo era Felipe González.

El rosario de insultos fue recopilado por el PSOE en un folleto bautizado Por la boca muere el pez, que, obviamente, omitía los disparados desde las filas socialistas, que no le han ido a la zaga. El consejero de la Presidencia Gaspar Zarrías dijo recientemente que Arenas era "fullero".

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Campo de entrenamiento

Andalucía, comunidad decisiva para sentar presidentes en Moncloa, ha sido un campo de entrenamiento de la batalla política librada en el ámbito estatal entre socialistas y populares. Tras la crispación parlamentaria de la IV legislatura autonómica (1994-96), bautizada por el PSOE como la de la pinza y por la oposición como la de la regeneración, la coalición estable formada por PSOE y PA ha calmado la Cámara pero ha enturbiado las relaciones institucionales con La Moncloa.

El triunfo de Chaves fue, además, el segundo varapalo electoral que sufrió Arenas frente al dirigente socialista, aunque sus correligionarios del PP sostienen que no está obsesionado con ello ni traumatizado por carecer de una victoria electoral en su curriculum, un argumento utilizado por los socialistas para menospreciarlo. Pero Arenas insiste en que su futuro político acabará en Andalucía. Quizás por ello, y porque se ha cuidado de mantener el control sobre el organigrama regional desde la sombra, siga tan interesado en Andalucía, adonde viajaba cada fin de semana como ministro.

La financiación autonómica, la deuda histórica, el censo, el medicamentazo o la subida de las pensiones provocaron, desde entonces, grandes encontronazos entre PP y PSOE. Las reivindicaciones de la Junta de Andalucía en estos temas -la mayoría respaldados por la Cámara autonómica- se han vivido con acritud en el PP, que organizó una constante procesión de ministros hacia el Sur. Más de 250 visitas, según cálculos del PSOE, que llegó a preguntar en el Senado la razón de tal desembarco. A la indignación socialista contribuyó el desdén institucional del Gobierno, que casi nunca informó oficialmente de las actividades de los ministros en la Comunidad.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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