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La otra cara

FÉLIX BAYÓN

El alcalde de mi pueblo dice que ha descubierto la otra cara de la democracia. Lo dice con fingido patetismo, como si hubiera descubierto la muerte o el dolor y pone cara de bueno, de niño que se sorprende que se pueda hacer añicos la lámpara del comedor de un único y certero balonazo. Nos quiere dar pena. Se prepara para un próximo ingreso en prisión y reacciona con sus recursos de siempre. También para dar pena, anuncia su retirada de la política nacional y andaluza. Pero lo más probable es que la causa de esta retirada sea un problema de falta de financiación: las fuentes se le secan y él no está dispuesto, faltaría más, a poner dinero de su bolsillo para estas aventuras de incierto futuro.

Día a día, según se van conociendo más detalles sobre su vida, llego a la conclusión de que Jesús Gil es, con diferencia, el ser más ruin que habita este país. Mucho más que Perote, que Roldán, que De la Rosa o que Conde. Algunos antiguos colaboradores de Gil pasan ahora por los tribunales dando detalles bastante escabrosos, como ese gerente del Atlético de Madrid que contó en la Audiencia Nacional que Gil estaba empeñado en alquilar su estadio, por 40 millones, para un concierto de rock, a pesar de que en la estructura se había detectado aluminosis. Afortunadamente, una orden del Ayuntamiento de Madrid evitó, quizá, que se produjera una matanza como la de Los Ángeles de San Rafael, primer negocio inmobiliario de Gil en el que murieron aplastadas 58 personas gracias a "la avidez de lucro inmoderado" del actual alcalde de Marbella, según dejó dicho entonces la sentencia. Aún hoy, Gil sigue repitiendo que todo fue "un accidente", como si los designios de la Ley de la Gravedad fueran sólo un percance.

Ahora, este personaje que tanto empeño y desvergüenza ha puesto siempre en eludir responsabilidades ha hecho un descubrimiento. Después de ocho años como alcalde y unos cuantos menos tratando de iniciar otras aventuras político-mercantiles, Jesús Gil ha descubierto, por fin, "la otra cara de la democracia". Es decir: que un sistema democrático no es sólo un método para elegir gobernantes, sino una serie de reglas e instituciones que están para velar por el juego limpio y evitar -a veces con pereza- que cualquier sinvergüenza se lucre y se mofe de la democracia tentando su suerte ante las urnas como otros la tientan ante la ruleta. Ya era hora.

Mientras, la muy confiada ciudadanía de Marbella va dándose cuenta del inmenso engaño y comienza a reaccionar. Lo hace, a la vez, con alegría, con dignidad y con cólera. Después de la manifestación de la semana pasada, se siente una efervescencia que hace barruntar el cambio.

Todos los pronósticos apuntan a que -probablemente, antes de fin de año- Gil volverá de nuevo a la cárcel: esta vez sería la Audiencia Nacional la que dictaría la orden de prisión a causa del sumario que tiene abierto sobre las cuentas del Atlético de Madrid. Los acontecimientos pueden precipitarse, pero las alternativas políticas siguen siendo las de siempre. Ni el PSOE ni el PP parecen haber tomado todavía nota de que tienen una buena oportunidad si encuentran candidatos que, esta vez sí, gocen de la confianza de los electores.

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