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Vuelta a los orígenes

La Asamblea de HB aprobó el sábado la propuesta de su dirección de propugnar la abstención en las elecciones legislativas. El argumento principal es que el proyecto soberanista pasa por deslegitimar unas instituciones "que no son nuestras", que son "impuestas".Los otros partidos nacionalistas han expresado su respeto por esa decisión, pero también su preocupación. Es lógico que se inquieten porque boicotear las elecciones no parece muy coherente con la inequívoca apuesta por las vías políticas que PNV y EA atribuyen al mundo de ETA/HB para justificar su alianza con él. Garaikoetxea ha reconocido que la decisión introduce un factor potencial de divergencia en Lizarra. La preocupación se justifica también por el posible efecto de arrastre que una consigna tan fácil de seguir pueda tener sobre sus propios electorados. Especialmente allí donde sea más difícil de contrarrestar la dimensión coactiva de la abstención activa.

La deslegitimación de las instituciones españolas forma parte de la tradición nacionalista. Aunque ya en 1898 Sabino Arana fue candidato a diputado foral de Vizcaya, la norma fue no presentarse en las legislativas. Esa pauta se rompio en 1907, pero la decisión fue muy polémica y el PNV no volvió a concurrir con candidatura propia hasta 1914. Desde entonces, el nacionalismo ha participado siempre que ha tenido ocasión. A fin de defender sus posiciones en un ámbito en el que "se toman muchas decisiones que afectan a la ciudadanía vasca" (como decía el editorial de Deia del domingo). Tras la dictadura de Primo de Rivera y tras la de Franco, el PNV ni se planteó volver a la abstención primitiva.

Pero el mundo de ETA no dejó de reprochárselo. José Antonio Echebarrieta, abogado fallecido en 1973, a los 33 años, primer teorizador de la lucha armada y hermano del primer miembro de ETA en matar y morir al llevar la teoría a la práctica, escribió a mediados de los 60 una historia del nacionalismo vasco en clave de oposición entre abstencionistas e intervencionistas (en la política española). El libro había permanecido inédito hasta su reciente publicación por una editorial abertzale. Tal vez los miembros de la anterior Mesa Nacional de HB lo hayan leído en la cárcel y encontrado inspiración en sus páginas. La tesis del libro es que los sucesores de Arana desviaron al PNV de la línea correcta, embarcándole en un legalismo intervencionista que conducía a la supeditación de los intereses vascos a otros ajenos al País: los de las clases conservadoras de la Restauración, primero; los de la República, después.

Para pasar del proselitismo a la política activa, el PNV tuvo que adaptar su ideario al marco legal, del mismo modo que lo hicieron los republicanos en la España de la Restauración y los socialistas de toda Europa antes de la guerra del 14. Pero la participación política activa les llevó a comprobar el pluralismo de la sociedad y a comprender que para alcanzar el autogobierno necesitaban un programa susceptible de suscitar apoyos mayoritarios. Ese programa fue el Estatuto.

Las rupturas de ETA en los 60 fueron también consecuencia del descubrimiento por parte de sectores de esa organización de que no estaban solos en el mundo, y de la necesidad de colaboración con el resto de la oposición al franquismo. Con la particularidad de que los denunciadores del desviacionismo en la primera escisión fueron acusados de lo mismo en la siguiente.

Antes de que vuelva a ocurrir, los dos sectores que se dibujaban en HB parecen haberse puesto de acuerdo en torno a un programa abstencionista. Ese programa sería compatible con el discurso de un Egibar, por ejemplo, que acaba de comprometerse a presentar una propuesta soberanista, con referéndum incluido. El riesgo es que si se registrase una abstención del 50%, objetivo de HB, ni Egibar ni Arzalluz serían los dirigentes máximos del movimiento nacionalista, sino Otegi y Antza.

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El adaptacionismo o falta de resistencia a los planteamientos de HB ha convertido a Lizarra en un mecanismo de desbordamiento y sustitución del nacionalismo democrático:cuando tuvieron al PNV movilizado por el acercamiento de los presos, pasaron a pedir su traslado al País Vasco. Ahora ya reclaman, con huelga de hambre incluida, su liberación inmediata.

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