Arte

Cuando Duchamp expuso su célebre urinario, hace ya más de 80 años, no pudo prever la gloriosa herencia que le esperaba. Aquella modesta pieza de la industria sanitaria transfigurada en obra de arte, con título (Fountain) y firma (Mutt), se convirtió en el icono de la modernidad. Pero, muchos años más tarde, un artista postmoderno e italiano (perdonen el pleonasmo) utilizó el pasado del urinario para crear su propia obra de arte presente. Acudió a una galería donde se exhibía Fountain y, en un descuido de los guardianes, orinó en su interior. De ese modo la obra de arte de Duchamp dejaba de ser una obra de arte y volvía a ser el urinario que había sido antes de convertirse en obra de arte. A continuación le pegó un martillazo. Conducido a la comisaría más próxima, argumentó de modo convincente que su obra de arte (una performance) consistía en destruir la vieja y sacralizada obra de arte para crear una obra de arte nueva. La nueva obra de arte se llamaba Destrucción de la "Fountain" de Marcel Duchamp. El artista reivindicó la propiedad de la pieza y amenazó a los galeristas con denunciarles por robo si no se la entregaban, ya que, si bien Duchamp había "encontrado" el urinario, él lo había transformado en otra obra de arte distinta. Luego recomendó a los enfurecidos caballeros que cuando expusieran su obra Destrucción de... tomaran la precaución de protegerla con una caja de metacrilato a prueba de nuevos martillazos.Pues bien, no de otro modo actúa Aznar (el postmoderno) respecto de González (el moderno). Coge Aznar la obra de arte socialista, se orina en ella (es una metáfora, más o menos), la casca a martillazos y se la atribuye como nueva política. La política de Aznar no tiene otro contenido que destruir la política de González. El célebre "pues tú más" refleja la dependencia del postmoderno respecto a su antecedente moderno y es un homenaje al talento de su maestro, lo cual indica un servilismo interesante y enriquecedor. Ahora bien, quizás parezca excesivo que además exija una caja de protección para su postpolítica, no vaya a lloverle un orín y un martillazo que lo sitúe ipso facto en el pasado, junto al fundador. El profano podría tomarlo como una muestra del morro que se gastan los postmodernos.
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